Texto y fotografía por: Emiliano Romero Rodríguez
Esta pequeña culebra (Conopsis lineata) es endémica del centro de México. Durante una visita otoñal a la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, inmersa en la ciudad más grande del mundo, tuvimos el privilegio de encontrar este ejemplar descansando bajo la hojarasca. Su rostro, tamaño y color verde olivo tornasolado son un recordatorio de las incontables formas de vida que llevan habitando “nuestro hogar” por tanto tiempo.
Esta especie se encuentra en la categoría de preocupación menor según la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Sin embargo, las evaluaciones para conocer el estado demográfico de las especies son estimaciones que apenas nos aproximan a los valores reales. Además, dependen del esfuerzo de personas dedicadas particularmente a dicha especie, en el mayor número de sitios y el mayor tiempo posible. La estructura poblacional de ésta y muchas otras especies que rondan entre nosotros, puede cambiar drásticamente en periodos muy cortos. Para esta culebra terrestre, la última evaluación fue hace 13 años. Actualmente sabemos que sus poblaciones están severamente fragmentadas y restringidas.
Del paisaje que antaño rodeaba las terrazas de Moctezuma, hoy sólo quedan relictos verdes y criaturas perdidas en nuestro imperio de concreto. La belleza del paisaje natural y, con ella, la salud del planeta, depende de las interacciones entre diferentes seres vivos. Tristemente, satisfacer nuestras altas exigencias humanas le ha costado a muchos de ellos su lugar en el mundo. En nuestras manos está seguir perdiendo especies endémicas, o cuidar de los que aún luchan por vivir entre nosotros; preservar o restarle belleza al mundo.
“La naturaleza no debe copiarse, sino engrandecerse”
Sir Edward Bulwer-Lytton
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