Texto de: Carmen Lizeth Tzintzun Sánchez
Como estudiante de Biología, las prácticas de campo han representado una parte fundamental de mi formación. En cada una de ellas he podido conocer lugares y observar animales, plantas y hongos impresionantes. Una de mis favoritas fue la práctica de la materia de Restauración de Espacios Degradados; sin embargo, en esa ocasión no lo disfruté tanto por los animales o los paisajes, sino por la persona que tuvimos la oportunidad de conocer.
Miguel Maya, o “Don Miguel” como todos le llaman, es un campesino y agricultor de San Pedro, Huimilpan, en Querétaro, quien gracias a su trabajo logró hacerse acreedor de 27 hectáreas de un bosque, aunque en ese entonces estaba degradado y en muchos lugares ya no quedaban árboles. Cuarenta años después, con los conocimientos sobre la naturaleza que ha generado a lo largo de su vida, como él dice, “a prueba y error”, ha ido restaurando estas hectáreas. Donde antes no había nada, ahora podemos encontrar especies nativas de pinos y encinos, víboras cascabel y algunas ranas, todo producto de su ardua labor. Actualmente el objetivo de Don Miguel es tener un espacio de producción sustentable, investigación y capacitación con prácticas para la conservación del agua, el suelo y la biodiversidad.
Así como Don Miguel existen muchas personas que día con día luchan para conservar o restaurar sus bosques. Esta práctica de campo no sólo me dejó buenas experiencias, sino que me recordó lo importante que es que los biólogos aprendamos de todas estas personas y trabajemos junto con ellas por la conservación de la biodiversidad, pues el conocimiento que tienen de la naturaleza es invaluable.
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