Texto, fotografías y video de: Javier Alejandro Torres Cervantes

México es un país privilegiado: cuenta con una ubicación geográfica y un relieve que ha permitido el desarrollo de diversos ecosistemas a lo largo y ancho su territorio, tan contrastantes que podemos encontrar zonas elevadas con nieve, selvas húmedas en el sureste y majestuosos desiertos al norte. Hoy quiero compartir con nuestros lectores mi impresión al conocer la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, en el desierto más biodiverso del mundo: el desierto de Sonora. Tuve la oportunidad de visitar recientemente este maravilloso lugar como parte de un proyecto de monitoreo del refugio de maternidad del murciélago magueyero menor (Leptonycteris yerbabuenae) (Figura 1) más grande que se conoce.

Figura 1. Leptonycteris yerbabuenae, capturada al salir de su refugio por la noche a alimentarse. Foto: Javier Torres.

Antes de conocer este sitio, pensaba en un desierto y me imaginaba un sitio poco poblado, con muy poca vegetación y donde sería difícil observar algún animal. No obstante, desde el primer momento que pisé la arena de la Reserva quedé sorprendido por cómo el desierto me mostraba lo vivo que está. Dentro de esta área protegida hay zonas de dunas interminables en donde es difícil toparse con algún ser vivo, y también hay sitios que históricamente han tenido alta actividad volcánica y crearon un paisaje de escudos de roca volcánica que contrasta con las dunas. En estos lugares la vegetación es abundante, aunque no lo parezca: a cada paso hay algún tipo de planta, que en general son pequeñas y poco llamativas, pero un poco más dispersos se pueden ver gigantes saguaros (Carnegiea gigantea) y ocotillos (Fouquieria splendens).

Los encuentros con animales también son recurrentes. Durante los pocos días que estuvimos ahí, mis compañeros y yo fuimos testigos de cómo varias especies de animales desarrollan sus actividades en el desierto. Observamos una pareja de conejos (Sylvilagus audubonii) que se correteaban y buscaban comida a escasos metros de nosotros (Figura 2), también pudimos ver varios juancitos (Xerospermophilus tereticaudus) (Figura 3 y Video 1) jugando y comiendo entre los cactus sin alejarse nunca de sus madrigueras en caso de emergencia. Adentrándonos más al desierto encontramos una liebre de cola negra (Lepus californicus) muy atenta a nuestros movimientos y lista para huir en caso de ser necesario (Figura 3). Muy cerca del camino que utilizamos para cruzar el desierto hacia el refugio de los murciélagos, un tejón (Taxidea taxus) salió corriendo al escucharnos pasar cerca de él. Después de alejarse unos metros, paró a voltear la mirada y observarnos (Figura 5), pero al final no se sintió seguro y prefirió alejarse. Ya trabajando en el refugio, además de L. yerbabuenae, capturamos a Macrotus californicus (Figura 6), una especie que yo nunca había visto y cuyas enormes orejas me sorprendieron, y un vespertiliónido (Figura 7).

Figura 2. Pareja de conejos del desierto (Sylvilagus audubonii). Foto: Javier Torres.

Figura 3. Xerospermophilus tereticaudus en la entrada de su madriguera. Foto: Javier Torres.

Video 1. Pareja de juancitos (Xerospermophilus tereticaudus) jugando. Video: Javier Torres.

 

Figura 4. Liebre de cola negra (Lepus californicus). Foto: Javier Torres.

Figura 5. Tejón americano (Taxidea taxus) en el desierto de Sonora. Foto: Javier Torres.

Figura 6. Macrotus californicus en la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar. Foto: Javier Torres.

Figura 7. Murciélago de la familia Vespertilionidae. Foto: Javier Torres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Reserva de la Biósfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar también es rica en especies de aves, de las cuales pudimos observar cuervos (Corvus corax) (Figura 8), zopilotes (Cathartes aura) (Figura 9) y un gavilán cola roja (Buteo jamaicensis) (Figura 10). El lugar es hogar de muchas especies de reptiles, de las que pudimos ver un lagarto cornudo del género Phrynosoma (Figura 11). Y por último, dentro del refugio que visitamos, pudimos observar un amblipígido (Orden Amblypygi) (Figura 12) que forma parte de la comunidad de invertebrados que habitan dentro del túnel de lava junto con L. yerbabuenae y que dependen de sus desechos para sobrevivir. A pesar de su aspecto intimidante son animales totalmente inofensivos.

 

Figura 8. Cuervo (Corvus corax). Foto: Javier Torres.

Figura 9. Zopilote aura (Cathartes aura). Foto. Javier Torres.

Figura 10. Gavilán cola roja (Buteo jamaicensis). Foto: Javier Torres.

Figura 11. Lagarto cornudo de Sonora, género Phrynosoma. Foto: Javier Torres.

Figura 12. Amblipígido dentro de la cueva de maternidad de L. yerbabuenae. Foto: Javier Torres.

El poder ver tantas especies en tan poco tiempo me enseñó que los desiertos pueden ser mucho más diversos de lo que comúnmente se piensa pues, aunque para los seres humanos representa un reto vivir en esos ecosistemas, las especies que lo habitan están adaptadas para sobrevivir ahí y resistir condiciones extremas. Debido a la idea que se tiene de los desiertos (carentes de vida e inhabitables) pocas veces son considerados como parte importante para el equilibrio ecológico del planeta, pero en esta nota he dado evidencia (muy pequeña) de lo diversos e importantes que pueden ser estos ecosistemas. La mejor muestra está en el refugio de maternidad de L. yerbabuenae: las madres salen todas las noches a alimentarse del abundante néctar de los saguaros, polinizándolos y propiciando la reproducción sexual de la planta y lo que asegura su variabilidad genética. En el refugio, sus crías representan la siguiente generación de los murciélagos magueyeros cada año, que al crecer emprenden una migración mediante la cual conectan diversos tipos de ecosistemas a lo largo del país. Ahora que conozco la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar puedo asegurar que el desierto de Sonora está vivo y que con justa razón se considera como el desierto más biodiverso del mundo.