Texto y fotografías de: Natalia Medrano Minet

Como estudiante de Ciencias Ambientales, una de mis actividades favoritas son las prácticas de campo, pues nos permiten aprender desde una perspectiva distinta a través de visitas a diversos lugares. De los viajes de campo que realicé a lo largo de la carrera, uno que quedó marcado con mucho cariño en mi memoria fue el viaje a la Sierra Norte de Oaxaca.

Oaxaca es conocido en México por sus artesanías, su gastronomía y su gran diversidad cultural. Sin embargo, también es el estado con la mayor diversidad biológica del país: sus ecosistemas son hogar de más de 12,500 especies de flora y fauna. Pero, ¿qué sentido tiene toda esa biodiversidad de la que tanto escuchamos encajonada en cifras y listados? 9,130 especies de flora vascular. 3,112 invertebrados. 1,406 vertebrados. 199 mamíferos. Los números no siempre hacen mucho sentido por sí solos.

Entre los ecosistemas que existen en Oaxaca se encuentra el bosque mesófilo de montaña (BMM), también conocido como bosque de niebla. La Sierra Norte de Oaxaca es la región que alberga la superficie más amplia de este tipo de bosque en México. El BMM crece en las montañas con niebla de la región intertropical con clima templado-húmedo y precipitación media anual de 1 000 mm hasta más de 5 000 mm en algunos estados. Estas características lo hacen un ecosistema con condiciones muy particulares que permiten la existencia de una gran diversidad de plantas epífitas y un mayor número de especies endémicas que en cualquier otro ecosistema.

La Sierra Norte de Oaxaca incluye a la Sierra Juárez, perteneciente al municipio de Ixtlán de Juárez, donde se encuentra el bosque mesófilo en el que nos adentramos, sintiéndonos abrazados por la humedad y los encinares inmensos llenos de musgos que guiaban nuestra caminata. En este territorio, la comunidad indígena zapoteca ha desarrollado, durante más de 35 años, prácticas sustentables de aprovechamiento forestal y ecoturismo que sostienen la economía de cientos de familias y que se reflejan en la alta biodiversidad y estado de conservación del bosque.

Fotografía 2. Vista del BMM. (Por: Natalia M. Minet).

Con cada paso que daba al caminar por ese maravilloso lugar, me sentía cada vez más inmersa y al mismo tiempo ajena al paisaje, tan lejos de cualquier ecosistema urbano que casi parecía que las ciudades jamás hubiesen existido, que fueran un mundo aparte desconectado de ése. Ese viaje me hizo reconocer más allá de números, de estudios ecológicos y modelos, el significado de la biodiversidad y los ecosistemas. Muchas veces, erróneamente, nos vemos como algo separado de la naturaleza y ello se refleja en la forma en la que estudiamos a otras especies, nos relacionamos con ella o aprovechamos los ecosistemas. Esta visión nos separa, nos vuelve ajenos a la naturaleza y posiciona al humano como un ser superior a los demás, visión que provoca la degradación de los ecosistemas y una infravaloración de la importancia del cuidado de nuestro entorno, priorizando el desarrollo económico a costa de la pérdida de biodiversidad y que perpetúa las perspectivas duales cultura-naturaleza. Apreciar otras formas de relacionarnos con los ecosistemas, en este caso, a través del manejo comunitario y el ecoturismo, me hace tener una perspectiva más amplia de lo que significa la naturaleza y sus distintas expresiones, y creer en la posibilidad de romper esa barrera. La diversidad biocultural que alberga Oaxaca es un claro ejemplo de que las dicotomías cultura-naturaleza son una visión limitada, pues no son excluyentes, al contrario, las personas siempre estamos en constante relación con el ecosistema que habitamos y las interacciones que formamos son parte de la complejidad e interconectividad que hay en la naturaleza. Superar las dicotomías nos permite encontrar soluciones integrales y creativas a las problemáticas ambientales que aquejan nuestra vida diaria en cualquier ecosistema: sea una ciudad, un campo, un bosque o un desierto.

Fotografía 3. Caminando por el BMM con mis compañeras. (Por: Esmeralda Benítez Castillo).

Mientras caminaba por ese bosque frío y húmedo rodeada de arbustos, pinos y musgos, al contrario de la ciudad dominada por asfalto y con mínima vegetación, esas reflexiones llegaban a mí. Reconocerme lejos de la ciudad en la que estoy tan acostumbrada a habitar, ciudad tan distinta pero no por ello desconectada de otros ecosistemas como el bosque, me hacía sentir más conectada que nunca y pensar en la amplitud de oportunidades que las interconexiones nos brindan para mejorar nuestro entorno.

Fotografía 4. La rosa de las montañas (Eryngium proteiflorum). (Por: Natalia M. Minet).

Referencias

● Gual-Díaz, M. y A. Rendón-Correa (comps.). 2014. Bosques mesófilos de montaña de México: diversidad, ecología y manejo. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. México. 352 p.

● CONABIO. 2010. El Bosque Mesófilo de Montaña en México: Amenazas y Oportunidades para su Conservación y Manejo Sostenible. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. 197 pp. México D.F., México.

● CONABIO. 2018. Estrategia para la Conservación y Uso Sustentable de la Biodiversidad del Estado de Oaxaca (ECUSBEO). Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. México.