Del 22 al 28 de junio de 2014, visité Marruecos. Este país del norte de África siempre me ha atraído y finalmente en esta ocasión lo pude visitar, pues la semana anterior debía dar clases en España y la siguiente tengo que estar en Alemania para una reunión.

Contra lo que se pueda pensar, Marruecos es un país rico en recursos naturales. Bordea el mar Mediterráneo por el sur, justo frente a las costas de España y de Gibraltar. Nos embarcamos en un transbordador desde Algeciras, España, a Ceuta, un territorio español en el Continente Africano, así como Gibraltar es un territorio inglés en España, justo junto a Algeciras. Al salir de Ceuta, después de un caótico paso por migración y aduana Marroquíes, nos encontramos con un Marruecos sorprendentemente verde y montañosos. Nos encaminamos a las montañas del Rif, la primera cordillera conforme se adentra uno desde el Mediterráneo hacia el sur. Nuestro destino era Chef-Chaouen, un poblado que tiene una historia reciente, de unos 500 años y que recibió a muchos de los árabes expulsados de España en el siglo 14.

Toda la medina (ciudad antigua) de Chef-Chaouen está pintada con un azul intenso, el color de los judíos que antaño vivían en armonía con los árabes en este bastión. Los tonos azules le dan a la medina un carácter muy exótico, pues entre el reflejo del cielo y de las paredes, todo recibe tintes azules. Chef-Chaouen es un centro comercial muy importante. Las artesanías y la cultura aquí son genuinamente marroquíes y la gente es muy, muy hospitalaria y amable.

Las montañas del Rif están cubiertas con bosques de pinos y más abajo con grandes extensiones de olivos, trigo, espárragos, etc., en un paisaje decididamente mediterráneo. Estas colinas se parecen mucho a su contraparte en la costa de Andalucía. De hecho, Chef-Chaouen (también conocida como Chaouen) tiene su contraparte en Andalucía en la ciudad de Jaén, que es el equivalente en Español de Chaouen (en árabe: cruce de caravanas), fundada por los árabes con el mismo nombre en el siglo 7 y que hoy tienen los baños árabes (hammam) más antiguos de Europa, del siglo 11.

De aquí nos movimos a Fes, una muy antigua ciudad imperial fundada en el siglo 15 antes de Cristo y desde entonces un centro comercial muy muy importante. Fes está al pie de los montes Atlas, en un valle intermontano al sur de la cordillera del Rif. En Fes nos quedamos en una suite señorial de dos habitaciones en una casa imperial hermosísima, con un patio central con columnas de mosaicos y los típicos arcos árabes en herradura, propiedad de una mujer Marroquí que la mantiene en excelente estado y es muy, muy amable y hospitalaria. El precio es muy sorprendente: 30 euros por la suite por noche!!

La medina es muy, muy extensa y si no contratas un guía es completamente seguro que te vas a perder en sus muy angostos callejones con altísimas paredes y recorridos retorcidos. Los gremios de curtidores, trabajadores del bronce, alfareros, textiles, etc., ocupan distintas zonas de la medina, y se puede observar a los artesanos trabajando. En típica costumbre árabe, si quieres comprar algo, hablas con el artesano y él ofrece un precio. Pero la charla se extiende a mucho más que el producto en cuestión. Se habla de la cultura, de Marruecos, y en mi caso, de México por supuesto. Sigue avanzando la charla y te invitan a sentarte en bancos hechos con la corteza del corcho (Quercus suber), nativo de la cuenca del mediterráneo, y a beber el “whisky marroquí”: un té negro fortificado con mucha yerbabuena y muy muy dulce, servido en vasos de vidrio que rápidamente aprende uno a sostener con el pulgar en el borde y el dedo medio en la base para evitar quemarse!! Entonces el cliente potencial ofrece una cantidad muy inferior a la inicial ofrecida por el artesano. Sentimientos fingidos de ofensa y argumentación sobre porqué vale más son seguidos por discusión sobre la necesidad de pagar menos. Si compras algo, muy bien, tan amigos. Si no compras nada, pues igual, no pasa nada. Me probaron un turbante, me pusieron piezas bellísimas en las manos. La experiencia entera es verdaderamente atesorable.

De aquí continuamos hacia el suroeste, a la ciudad de Azrou, en el corazón del Atlas medio. Toda esta región está cubierta por bosques de cedros gigantescos, de más de 40 metros de altura y troncos muy, muy gruesos que, sin embargo, están siendo convertidos en muebles y otros productos. Azrou es una ciudad más moderna y menos atractiva, pero la gente es igualmente hospitalaria y amable. Justo fuera de Azrou, en el bosque de cedros, pudimos observar a un grupo de macacos bereberes (Macaca sylvanus), la única especie de macaco que vive fuera de Asia, y la única especie de primate que vive en Europa, justo en el peñón de Gibraltar, a donde fueron introducidos hace varios siglos. De Azrou continuamos a la costa del Atlántico, a la ciudad de Asilah, una villa de pescadores fundada en el siglo 15 A. De C. por los fenicios. Tiene una medina muy bonita y la playa es recorrida por camellos y sus dueños, buscando cualquier cosa útil y ofreciendo paseos a los turistas.

La comida en Marruecos es muy sabrosa, con una típica sopa (Harira) a base de lentejas, fideos, y muchas especias, y los tagines y cuscús. Mi preferido es el tagine de pollo al limón, que contiene rebanadas de limones que han sido puestos en sal por varios meses. Exquisito! Por supuesto los postres árabes con mucha nuez, pistache, almendras envueltos en pasta fillo con mucha mantequilla son muy abundantes y riquísimos.

Marruecos es de una tercera parte del tamaño de México. El norte es muy montañoso, con ríos, lagos, cascadas y grandes extensiones de bosques. El famoso desierto del Sahara (sájara, como lo pronuncian los árabes) solo cubre la parte suroeste de Marruecos y por supuesto la vecina Mauritania, Argelia, Túnez, Mali, y más. Me quedé con las ganas de conocerlo, pero espero poder hacerlo el próximo año!