Texto y fotografía de: Fernando Gual Suárez
La Cuenca del Valle de México ha sufrido un cambio ecológico extraordinario a lo largo de los últimos dos siglos a medida que la mancha urbana ha crecido y sellado gran parte de los ecosistemas nativos que la componían. A pesar de la desaparición de muchas especies de plantas que servían de alimento a la fauna nativa, recientemente hemos observado que los murciélagos nectarívoros han logrado resistir el cambio. Estos importantes polinizadores nocturnos sobreviven a la ciudad explotando recursos nuevos como plantas exóticas y cultivadas, algunas de las cuales jamás encontrarían naturalmente: por ejemplo, los plátanos (Musa spp.) son nativos del Viejo Mundo pero se cultivan ornamentalmente en muchos parques y jardines, ofreciéndoles su dulce néctar a los murciélagos. Si bien se sabe que hay especies de aves polinizadoras como el colibrí berilo (Amazilia beryllina) que se han adaptado e inclusive vuelto comunes en ambientes urbanos, sabemos muy poco sobre sus contrapartes peludas. Estudiar su ecología nos permitirá responder preguntas como ¿qué comen?, ¿cuántos hay? y ¿cómo utilizan la matriz urbana?. Las respuestas a éstas y otras preguntas nos ayudarán a asegurarnos de que futuras generaciones de citadinos sigan teniendo como vecinos a estos auténticos sobrevivientes y los servicios ecosistémicos que nos brindan.
En marzo de este año capturamos a este murciélago trompudo (Choeronycteris mexicana) en el Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM en marzo, al parecer interrumpiendo un festín de néctar y polen en las flores de una falsa yuca (Hesperaloe chiangii), un pariente de los magueyes nativo de San Luis Potosí. Esta foto muestra la gran cantidad de polen amarillo intenso adherido a su pelaje y las manchas de néctar alrededor de su hocico, que coinciden con las flores de la falsa yuca que observamos esa noche. Después de recolectar rápidamente el polen de su pelaje, colocarle un mircochip para identificarlo individualmente y ofrecerle un poco de solución azucarada (en compensación por las molestias que le causamos), liberamos al murciélago para permitirle continuar su forrajeo nocturno. ¿Próxima parada? No lo sabemos, pero con algo de suerte podría ser tu casa.
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