El año 2019 arrancó con el anuncio de la Administración Nacional del Espacio de China del exitoso alunizaje, el día 3 de enero, de su sonda Chang’e-4, lanzada desde el puerto espacial Xichang el 8 de diciembre de 2018. Días antes, la nave no tripulada ya había entrado en órbita lunar elíptica, buscando desde entonces el momento idóneo para llevar la sonda a la superficie lunar. Finalmente tocó superficie sin problemas en el cráter Von Kárman, de 186 kilómetros de diámetro, situado en la cuenca Aitken -en el Polo Sur-, que a su vez es uno de los mayores cráteres de impacto conocidos en el sistema solar y uno de los más antiguos de la Luna. Cabe señalar que esta nueva misión china es la primera en lograr depositar un artefacto humano en la cara oculta de la Luna.
Pequeña germinación para una planta de algodón; gran paso para la Humanidad
Días después, a la par de las observaciones topográficas y otras muestras geológicas, el Profesor Xie Gengxin, de la Universidad de Chongquing, anunciaba que “por vez primera, los humanos realizaron experimentos de crecimiento biológico en la superficie lunar”, tras la germinación de una semilla de algodón a bordo de la sonda, en un ambiente de biosfera.
El objetivo era poner a prueba la capacidad agrícola en un entorno extremo, crucial para futuras misiones espaciales a largo plazo, como una colonia en la Luna o la conquista de Marte.
Para tales efectos, el equipo había diseñado un recipiente que mantendría la temperatura entre 1 y 30 grados, permitiendo la entrada de luz natural y el suministro de agua y nutrientes para las plantas. Este dispositivo, un cilindro de aluminio de 18 centímetros de alto y 16 de diámetro, pesa 3 kilos y tuvo un coste de más de 10 millones de yuanes (1,25 millones de dólares, aproximadamente).
Sueño efímero
No obstante, el sueño de ver crecer un huerto lunar, fue efímero. El frágil brote de algodón que había visto la luz, no fue capaz de sobrevivir a su primera noche lunar a bordo de Chang’e-4.
La Agencia espacial china, que había informado de seis otros «pasajeros misteriosos«, eran en realidad semillas de papa, colza, algodón, arabidopsis (una planta modelo para experimento) y levadura. Se buscaba, con estos productos, crear una mini biosfera compuesta por productores, consumidores y entes que se encargaría de la descomposición. Todo el desarrollo y la preparación del módulo biológico fue realizado por el Equipo de Investigación de Biología Espacial, la Escuela de Ciencias de la Vida de la Universidad de Chongqing.
Desafíos porvenir
Pese a este primer revés, los investigadores esperan que el experimento pueda ayudar a adquirir conocimientos para construir una base lunar
permanente, que pueda autoabastecerse, algo fundamental para los ambiciosos planes de exploración espacial, tanto de la agencia china como de la NASA o la Agencia Espacial Europea. Los principales problemas de estos cultivos, además de un sistema eficaz que garantice la temperatura adecuada y el suministro de agua, serán la gravedad, seis veces menor que en la Tierra, y la radiación, extremadamente potente sin una atmósfera protectora.
Por lo pronto, Chang’e-4 evidencia las ambiciones del gigante asiático en el campo espacial. Si ya ha dado los primeros pasos para construir una estación espacial, la Tiangong-3, que se espera que pueda estar lista para 2022, para 2030 China se plantea enviar una misión tripulada a la Luna. Todo parece indicar que la fiebre de la carrera espacial ha renacido.
Fuente: Universidad de Chongquing / El País / ABC
Boletín original: http://english.cqu.edu.cn/info/1038/1941.htm
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