Las caras de los seres humanos son muy variadas. Redondas, alargadas, cuadradas, con ojos grandes o pequeños, con nariz chata o aguileña, con labios delgados o anchos, con pómulos prominentes y mentón estrecho…
El rostro de cada uno está determinado por la combinación de rasgos que heredamos de nuestros padres ¿Pero qué hay más allá de esta sencilla afirmación? Para contestar esta pregunta en la última década se han realizado varios estudios que han identificado más de 200 genes asociados a nuestra cara. No obstante, la mayoría de esos trabajos habían tomado en cuenta sólo poblaciones europeas o asiáticas.
Por ello, un equipo internacional de investigación realizó un nuevo estudio con base en una población de Tanzania, África oriental. Además de descubrir nuevos genes que quizá estén relacionados con la forma del rostro, la investigación permitirá entender mejor a los que anteriormente se habían identificado en la población europea.
Seth M. Weinberg, de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos, y uno de los coautores del estudio, afirmó que el equipo de trabajo utilizó métodos más innovadores para cuantificar los rasgos faciales y para compararlos con otras poblaciones, lo que les permitió descubrir genes que de otro modo hubieran quedado ocultos. También se pudo reducir el espectro de la información genética que tiene un impacto funcional en dichos rasgos.
“Es probable que hasta ahora sólo hayamos identificado una pequeña proporción del número total de genes que contribuyen a la forma facial humana”.
Seth M. Weinberg
Después de analizar 2595 imágenes en 3D de niños tanzanos y de escanear su genoma, los investigadores encontraron 20 genes asociados a la forma de la cara, diez de éstos ya habían sido identificadas en europeos. Al respecto, Weinberg añade: “Podemos encontrar asociaciones en una población que no serían posibles en otra”. Esto confirma la necesidad de llevar a cabo estudios entre las diversas poblaciones humanas. Asimismo, los datos evidencian que existe una base genética relacionada con la forma de la cara que es compartida por todas las poblaciones. Sin embargo, aún se desconoce en qué grado.
Además de profundizar en el conocimiento de los factores genéticos que le confieren a cada rostro una arquitectura específica, este investigación ha arrojado información para entender mejor los procesos biológicos responsables de las deformidades. El equipo de trabajo plantea que algunos de estos genes juegan un papel importante en las células embrionarias que le dan forma a la cara, entre las tres y seis semanas posteriores a la concepción.
Los genes detectados hasta ahora están activos durante el desarrollo temprano de la cara. Por eso no es sorprendente que muchos de ellos sean los mismos que están implicados en las malformaciones, afirma John R. Shaffer, autor principal del trabajo e investigador de la Universidad de Pittsburgh.
Leticia Monroy Valentino
Referencia
Agencia Sinc
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