Cuando llegamos a la adolescencia, nuestro cerebro contiene la mayoría de las neuronas que tendremos durante el resto de la vida. Sin embargo, en el cerebro adulto existen aún unas zonas en las que se siguen generando nuevas neuronas. Muchas de estas nuevas células (80%) mueren antes de completar su maduración y diferenciación. Por eso, en estas regiones es necesaria la presencia de células inmunes especializadas, llamadas microglía, que actúan como “centinelas” y que son capaces de eliminar las células muertas y proteger al cerebro.
Eliminando neuronas muertas
Ahora un estudio internacional desarrollado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas –CSIC- y del Salk Institute de Estados Unidos ha identificado los mecanismos celulares específicos que utiliza la microglía para eliminar neuronas muertas y moribundas del cerebro. En estos mecanismos juegan un papel crucial los receptores TAM, tanto en condiciones normales como en procesos patológicos.
Dos décadas de investigación
Hace dos décadas, científicos del The Salk Institute describieron que las células inmunes muestran en su superficie los receptores TAM. Dos de estos receptores, llamados Axl y Mer, están presentes en células inmunes llamadas macrófagos y las ayudan a actuar como “recolectores de basura”, identificando y eliminando más de 100 millones de células que mueren en el cuerpo humano cada día. Los investigadores han “eliminado Axl y Mer” de la microglía de los ratones y han observado que se producía una enorme acumulación de células muertas, solo y exclusivamente en zonas muy concretas del cerebro en las que se generan nuevas neuronas (llamadas zonas de neurogénesis), sugiriendo que estos receptores
no sólo ayudan a la eliminación de células muertas, sino que también podrían ser capaces de identificar neuronas que aun estando vivas, son defectuosas o disfuncionales.
Nuevas dianas terapéuticas potenciales
Estos receptores podrían constituir dianas terapéuticas para el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas o procesos inflamatorios crónicos, como el Parkinson. El estudio ha sido publicado en la revista Nature.
Fuente: CSIC
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