Three monkeys

Todos los animales se comunican de alguna forma: mediante señales bioquímicas, como la secreción de olores, a través de gestos, o con sistemas sonoros, como los trinos de las aves, el canto de las ballenas, o los “ladridos” de los perritos de las praderas. No obstante, pese a la evidente complejidad de muchas de esas formas de comunicación, el lenguaje, propiamente dicho, se considera privativo de los humanos.

Noam Chomsky, profesor emérito en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y reconocido como el padre de la lingüística contemporánea, ha argumentado que sólo los humanos poseen y emplean el lenguaje hablado, con estructuras formales como la gramática, semántica y sintaxis, y que por ser éste resultado de la conformación genética humana, no proviene de algún lenguaje primitivo único, surgido en los primates menores. Esto implicaría que el lenguaje hablado evolucionó únicamente en el linaje humano, después de que nos separamos del último ancestro que tuvimos en común con otros primates, hace entre cinco y siete millones de años.

Antes que Chomsky, en las primeras décadas del siglo pasado, algunos psicólogos intentaron, en lo posible, criar chimpancés como si fueran niños humanos, y enseñarles a hablar. Claramente, sus intentos fracasaron y, a partir de entonces, se extendió la idea de que los simios son incapaces de hablar porque no pueden controlar voluntariamente sus vocalizaciones, ni el ritmo de su respiración, lo que facilita el habla humana al permitirnos acortar las inhalaciones y alargar las exhalaciones.

De allí surgió la hipótesis de que los chillidos de los simios son prácticamente un acto reflejo, que surge como respuesta a los estímulos de su ambiente. En consecuencia, no transmiten mucha información relevante. Además, se piensa que el repertorio vocal particular de cada especie de simios es fijo; es decir, que sus vocalizaciones se vinculan con emociones o conductas específicas, y que, en realidad, no pueden aprender sonidos nuevos, ni modular su respiración.

Sin embargo, algunos hallazgos recientes, en el estudio de las habilidades cognitivas y de vocalización de grandes primates, podrían cambiar esa percepción.

Uno de ellos es el caso de Koko, la gorila famosa por participar en un prolongado estudio en The Gorilla Foundation, donde la psicóloga Penny Patterson y el biólogo Ron Cohn le enseñaron una versión modificada del lenguaje de señas utilizado en Estados Unidos. Durante más de 40 años, desde que tenía seis meses de edad, Koko ha convivido y trabajado estrechamente con humanos.

En 2010, el investigador Marcus Perlman, hoy en la Universidad de Wisconsin, en Madison, comenzó un estudio cuyo propósito era analizar los gestos de Koko en videograbaciones de sus sesiones con los investigadores de la fundación. Con la colaboración de Nathaniel Clark, de la Universidad de California en Santa Cruz, Perlman revisó 71 horas de video, donde Koko interactuaba con Patterson, Cohn, y con otras personas, y descubrió ejemplos reiterados de que la gorila exhibe nueve conductas voluntarias que requieren que module su vocalización y respiración. Estas diferentes conductas fueron aprendidas, y no forman parte del repertorio típico de los gorilas.

Entre otras acciones de Koko, observadas por Perlman y Clark, la gorila resoplaba sobre una baya, o dentro de su mano, cuando quería una golosina; soplaba con la nariz en un pañuelo, como si se sonara; tocaba instrumentos de viento, arrojaba vaho en un par de lentes para limpiarlos con un trapo, e imitaba conversaciones telefónicas, parloteando sin palabras en un teléfono. Incluso, puede toser cuando se le pide, lo que requiere la capacidad de cerrar la laringe a voluntad.

Desde luego, el artículo de Perlman señala que Koko no produce sonidos claros y periódicos cuando presenta estos comportamientos, como hacen los humanos al hablar, pero tiene suficiente dominio de su laringe como para producir gruñidos controlados.

Es probable que las asombrosas conductas vocales de la gorila sean aprendidas, como resultado de su convivencia con humanos… Pero también es posible que todos los gorilas tengan la misma capacidad, y que la única diferencia sea el ambiente y las circunstancias en que se desarrollan. En opinión de Perlman, Koko demuestra el potencial que tienen estos simios, bajo las condiciones ambientales adecuadas, de desarrollar cierto control flexible sobre su tracto vocal, si bien no tan fino como el humano.

De ser así, este análisis sugiere que algunas de las raíces evolutivas de la capacidad humana para hablar pudieron existir hace cuando menos diez millones de años, época en la que vivió nuestro último ancestro en común con los gorilas.

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Investigaciones anteriores han sugerido que, igualmente, los orangutanes, chimpancés y bonobos (también llamados chimpancés pigmeos) han demostrado poseer algunas asombrosas conductas vocales y respiratorias. Por ejemplo, en 2008, Janni Pedersen, de la Universidad Estatal de Iowa, bajo la dirección de William M. Fields, director de investigación en bonobos para el controvertido Great Ape Trust, utilizó una metodología lingüística tradicionalmente aplicada a los humanos, para estudiar la conducta y habilidades de lenguaje de una bonobo llamada Panbanisha, en una sesión videograbada 15 años atrás, donde la bonobo “conversa” con la doctora Sue Savage-Rumbaugh.

Analizar sesiones grabadas con simios es común, y muy útil para comparar el desarrollo individual de los simios en competencias como el lenguaje. Los bonobos entrenados en esta área aprenden a utilizar lexigramas, que son símbolos arbitrarios que representan palabras, y se emplean en estudios de comunicación, como una base para conversar con los humanos.

Tras revisar la conversación, Pedersen encontró que el lenguaje de Panbanisha iba más allá de una mera transferencia de información; era una conversación interactiva entre participantes activos. En el video analizado, la bonobo está en el campo, con Savage-Rumbaugh y un asistente, que lleva un perro que parece poner nerviosa a la bonobo.

Aunque Panbanisha y la investigadora pasan de un tema a otro en su conversación, la simia utiliza reiteradamente determinados lexigramas para expresar su deseo de que la cargue el asistente, que lleva al perro por la correa. La investigadora intenta ofrecerle otras soluciones, pero la bonobo permanece firme. Al final, gana la “discusión” y es levantada del suelo por el asistente.

De acuerdo con el análisis de Pedersen, entre los aspectos lingüísticos de esta conversación aparecen varios elementos: los interlocutores (la investigadora y la bonobo) tomaban turnos para comunicarse, negociaban, hacían pausas y reiteraban cuestiones. En suma, la interacción, apoyada con el uso de lexigramas, implicó más que simplemente compartir información. Según sus conclusiones, la bonobo utilizó el lenguaje para conseguir lo que quería, y fue capaz de seguir una conversación de la misma forma como lo hace un humano, lo que indica un manejo del lenguaje superior a la simple comprensión de las palabras.

Se ha observado que los bonobos y chimpancés pueden improvisar herramientas, cooperar y comunicarse mediante gestos reconocibles. En laboratorio, han demostrado tener la capacidad de contar, de resolver rompecabezas e interpretar situaciones. De hecho, al constatar que algunos grupos de simios, en diferentes partes de África, han desarrollado formas particulares de encontrar, compartir y consumir alimentos, muchos investigadores piensan que esto representa cierta cultura tribal, o familiar.

En fecha más reciente, la psicóloga Zanna Clay, de la Universidad de Neuchâtel, en Suiza, y colegas de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, analizaron varios tipos de chillidos producidos por bonobos del Congo, y concluyeron que los primates realizan estos sonidos en diferentes circunstancias, positivas, negativas y neutrales. Proponen que sus resultados podrían ser una evidencia de que las vocalizaciones de los bonobos son flexibles, lo que se considera una característica exclusiva de los humanos, que consiste en la habilidad de producir los mismos sonidos para diversos estados emocionales, por lo que deben interpretarse según su contexto.

El equipo estudió específicamente un sonido agudo y corto que hacen los bonobos con la boca cerrada. Se trata de una vocalización a base de jadeos y chillidos (peeping), que esos simios parecen utilizar independientemente de su situación emocional. Aunque, como referimos antes, se piensa que la mayoría de los sonidos animales tiene un significado limitado y fijo, se observó que los bonobos utilizan estos chillidos en diferentes contextos: cuando comen, para comunicar un peligro, o cuando están descansando.

El grupo de Clay sospecha que este chillido es análogo a los gorjeos que hacen los bebés humanos para comunicarse, antes de aprender a hablar, y se conocen como protofonos. Más que un equivalente de la risa, del llanto o de los gritos de alarma humanos, que los psicólogos describen como meras “respuestas a estímulos”, el chillido de los bonobos, igual que los balbuceos infantiles, probablemente no transmite información importante en sí mismo, pero parece constituir una comunicación real cuando se combina con otro tipo de llamadas, y con el contexto ambiental, para adquirir un significado.

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Igual que en el caso de Koko, los investigadores interpretan esta evidencia como  ejemplo de una transición evolutiva temprana, de las vocalizaciones fijas hacia la flexibilidad funcional. Esto sugiere que la flexibilidad vocal funcional podría tener raíces evolutivas anteriores al desarrollo del lenguaje humano; es decir, que esta transición evolutiva pudo estar presente en nuestro último ancestro en común, antes de que el linaje humano se separara del resto de los grandes simios. Esta habilidad primaria pudo sobrevivir en comunidades como la de los bonobos, mientras que los humanos posteriormente continuaron desarrollando este chillido prototípico, hasta transformarlo en las casi siete mil lenguas que se hablan actualmente en el mundo.

Puesto que ésta y otras habilidades de los grandes simios no se han investigado con suficiente profundidad, podría ser prematuro concluir que sólo los humanos somos capaces de manejar un lenguaje relativamente complejo. Y aunque tampoco estemos al borde de conocer una sociedad como la de “El planeta de los simios”, es posible que no seamos tan especiales como hemos creído, y que conforme continúen las investigaciones, encontremos más similitudes con nuestros primos cercanos.

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

Fuentes:
Clay Z, Archbold J, & Zuberbühler K (2015). Functional flexibility in wild bonobo vocal behaviour. PeerJ, 3 PMID: 26290789

Perlman, M., & Clark, N. (2015). Learned vocal and breathing behavior in an enculturated gorilla Animal Cognition, 18 (5), 1165-1179 DOI: 10.1007/s10071-015-0889-6

Información adicional:
Bonobos have mastered the art of babytalk, new research shows
Apes may be closer to speaking than many scientists think

Créditos imágenes:

«Three monkeys», by BristleKRS. Cortesía de flickr. Algunos derechos reservados.

«2006-12-09 Chipanzees D Bruyere» by Delphine Bruyere – Own work. Licensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons.

«Gorilla family moment», by Pascal Walschots. Cortesía de flickr. Algunos derechos reservados.

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