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Cuando nos concentramos durante un lapso breve en una actividad que requiere cierto esfuerzo mental, parece que nos “desconectamos” de estímulos que pueden distraernos, a tal grado que las personas a menudo pasan por alto sucesos extraños e inesperados, como hizo evidente el famoso experimento de “el gorila invisible”. Al margen de que esta “ceguera por inatención” también pudiera estar relacionada con la capacidad individual de nuestra memoria de trabajo, lo que sugirió un estudio publicado en 2011, los psicólogos Simona Buetti y Alejandro Lieras, de la Universidad de Illinois, han propuesto la hipótesis de que efectivamente existe una relación entre la dedicación que se pone en una tarea y la habilidad para bloquear la percepción de estímulos imprevistos.

Pero, ¿qué actividades atrapan verdaderamente nuestra atención, las sencillas o las más difíciles? Existe la opinión de que las personas se distraen más fácilmente cuando la complejidad de una tarea comienza a exigir un mayor esfuerzo mental.

Para averiguarlo, Buetti y Lieras pidieron a varios participantes que resolvieran problemas matemáticos con distinto grado de dificultad frente a una pantalla. Al mismo tiempo, en la pantalla aparecían durante tres segundos imágenes neutras de rostros, objetos o paisajes, que tenían el propósito de distraerlos, mientras un dispositivo para rastrear la mirada medía la frecuencia, velocidad y dirección de sus ojos. Sus resultados indicaron que los participantes que resolvían las versiones más fáciles de los problemas eran más propensos a mirar las imágenes de distracción, en comparación con aquellos que trabajaban en una versión mucho más desafiante. Esto confirma los hallazgos de estudios realizados sobre la “ceguera por inatención”, y sugiere que concentrarse en una tarea mental compleja reduce la sensibilidad de una persona a las situaciones que no se relacionan con esa tarea.

Sin embargo, parece que no siempre es así. En un experimento, en el que los voluntarios realizaban una combinación de tareas fáciles y difíciles, el grado de dificultad de la actividad parecía no afectar su propensión a distraerse, lo que hizo pensar a los psicólogos que la habilidad para evitar distracciones no está regida exclusivamente por la dificultad de la tarea en sí, sino que también podría ser resultado del nivel personal de dedicación puesta en dicha actividad. Esta conjetura fue examinada con nuevos experimentos, que intentaron manipular el interés de los participantes hacia una actividad mediante estímulos monetarios.

Curiosamente, el intento no tuvo un efecto notable en la disposición individual de los participantes a las distracciones. En contraste, sin importar el incentivo económico, los voluntarios se esforzaban más para evitar las distracciones cuando decidían concentrarse en una tarea determinada, lo que sugiere que el grado de dificultad de una actividad no predice por sí misma la propensión a distraerse, sino que deben intervenir otros factores. Entre las motivaciones para evitar las distracciones que observaron Buetti y Lieras estaban tanto la habilidad individual para llevar a cabo una tarea, como la decisión voluntaria de dedicarse de lleno a terminarla. En otras palabras, más importante que el tipo de actividad que realizamos son la destreza que sentimos tener para hacerla y, sobre todo, el empeño que ponemos en concluirla. Asimismo, se piensa que este proceso y su resultado nos brindan como recompensa una sensación de contento o satisfacción.

Esta capacidad de ensimismarnos en una tarea y complacernos en ello es similar al llamado “el flujo”, o “la zona”, un concepto creado por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, que significa estar totalmente sumergido, absorto, con una concentración “energizada”, en una actividad determinada, que debe guardar un equilibrio entre el grado de dificultad y el control, o habilidad, que pensamos tener para enfrentarla. Esta experiencia supuestamente se asocia también con un alto grado de satisfacción y contento. De esa hipótesis surgió un modelo de “fluctuación de la experiencia”, que describe estados de ánimo surgidos a partir de distintos niveles de desafíos y habilidades percibidos.

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En forma gráfica, el centro representa los niveles promedio de desafío y habilidad asociados con todas las actividades cotidianas. Cuanto más se aleja una experiencia del centro, más se relaciona con un estado de ánimo específico, ya sea ansiedad o relajación; apatía o “flujo”.

No obstante, algunos estudios también han observado que una situación que implica un desafío mínimo, o casi nulo, que naturalmente es superado por la habilidad de un individuo, puede considerarse disfrutable, relajante y más agradable, lo que parece contradecir el modelo del “flujo”. Es el caso de una investigación publicada en 2014, en la que Gloria Mark, de la Universidad de California, Mary Czerwinski, y sus colegas de Microsoft Research, examinaron las fluctuaciones de atención y actividad en línea de 32 empleados en una empresa de informática.

Los investigadores buscaban una relación entre el nivel de inmersión personal y de desafío mental de las actividades y la concentración. Para ello, establecieron cuatro estados mentales, a partir del grado de inmersión y desafío: “concentración” (gran inmersión y desafío), “rutina” (gran inmersión y poco desafío), “aburrimiento” (poca inmersión y poco desafío) y “frustración” (poca inmersión y alto desafío). Mientras realizaba sus actividades normales, cada participante fue observado durante cinco días laborales, con un programa que rastreaba el uso de la computadora y ocasionalmente le presentaba cuestionarios en la pantalla. En particular, el estudio examinó si el esfuerzo de concentrarse en una tarea se asociaba con un ánimo positivo o negativo.

En general, los voluntarios indicaron sentirse “concentrados” la mayor parte del tiempo, y relacionaron su concentración con un estado de ánimo positivo. De manera similar, se sintieron menos “contentos” cuando estaban “aburridos”. Pero, contrariamente a lo que se esperaba, expresaron el mayor contentamiento cuando realizaban un trabajo “rutinario”, absorbente pero sin mucho desafío mental. La explicación que dieron los investigadores a estos resultados es que una actividad que exige constante concentración puede, ocasionalmente, producir estrés. A mayor desafío, más estrés, y no siempre estamos dispuestos, o en condiciones de manejar una carga extra de estrés.

Otra observación interesante fue que las actividades consideradas como interrupciones de la atención –por ejemplo, cambiar continuamente de pantalla o navegar por internet– se asociaron con el aburrimiento, lo que hace pensar que tal vez los estímulos externos no sean el elemento central que interrumpe la concentración, sino que primero se produce la falta de concentración, y ésta induce a buscar interrupciones, una idea que se acerca a los resultados obtenidos por la investigación de Simona Buetti y Alejandro Lieras referida arriba.

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Aunque sus conclusiones no pueden generalizarse para todas las actividades laborales, el estudio de Mark y Czerwinski sugiere que no siempre nos hace más felices concentrarnos voluntariamente en una tarea desafiante. La relajación mental que permite una actividad rutinaria, así como divagar mentalmente de cuando en cuando, podrían ser igualmente importantes para el estado de ánimo, y aún más en un mundo que nos bombardea constantemente con estímulos no deseados. De cualquier forma, lo que también indican ambas investigaciones es que son necesarios más estudios antes de poder afirmar que comprendemos un poco mejor qué consigue mantener la atención, ya no digamos la concentración, en la sociedad moderna.

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

 Fuente:
Buetti, S., & Lleras, A. (2016). Distractibility is a function of engagement, not task difficulty: Evidence from a new oculomotor capture paradigm. Journal of Experimental Psychology: General, 145 (10), 1382-1405 DOI: 10.1037/xge0000213

 

Información adicional:
Neurotics Have Trouble Staying Focused at Work — Science of Us

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Crédito imagen: Stay Focused, por Emilien ETIENNE vía Flickr (Creative Commons, algunos derechos reservados).

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