La Declaración Provisional sobre el Estado del Clima Global en 2016, publicada en fecha reciente por la Organización Meteorológica Mundial (WMO), dependiente de la ONU, indicó que 2016 romperá nuevo récord como el año más caluroso registrado, con una temperatura promedio aproximadamente 1.2º Celsius por encima de los niveles preindustriales. Esta tendencia se ha mantenido durante los últimos 6 años, y se suma a los 17 años más calurosos registrados que, con excepción de 1998, se han producido en este siglo.
Si bien el fenómeno de El Niño ha influido en una proporción del calentamiento extra, Petteri Taalas, director de WMO, advierte que incluso sin esta influencia el calentamiento global continuará incrementándose. Como resultado, las temperaturas en las regiones árticas y subárticas se han mantenido tres grados Celsius por arriba de su promedio usual, con un aumento en zonas del Ártico ruso de hasta 6 y 7º C. En el resto del hemisferio norte, y gran parte del hemisferio sur, el aumento promedio de temperatura supera 1º C.
Este incremento se ha observado igualmente en la temperatura de los océanos, lo que contribuye a su acidificación, causa del blanqueamiento y muerte de los arrecifes de coral. Sumado al calentamiento, cuando el dióxido de carbono, resultado de la quema de combustibles fósiles, entra a los océanos reduce su pH, aumentando su nivel de acidez. El aumento de acidez daña gravemente los arrecifes de coral, porque los corales necesitan un pH básico, por arriba de ocho, para poder formar sus estructuras de carbonato de calcio. Cuando el pH baja mucho, ya no consiguen crear esas estructuras, el coral se queda sin exoesqueleto y muere. Pero, además, la evaluación del WMO detectó un aumento en el nivel del mar de 15 milímetros entre noviembre de 2014 y febrero de 2016 (cuando desde 1993 solía aumentar entre tres y 3.5 mm al año).
Más allá de producir una temperatura más alta, el actual cambio climático antropogénico es un fenómeno complejo y provoca consecuencias que, a su vez, generan otros efectos, que al parecer no se limitan a la elevación del océano, las modificaciones en los patrones de lluvias y de la circulación atmosférica, según encontró un estudio independiente. El Grupo Especialista en Cambio Climático de la Comisión de Supervivencia de las Especies (SSC – CCSG), un equipo de científicos que forma parte de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (International Union for Conservation of Nature, IUCN) publicó en la revista Science el resultado de un estudio en el que los investigadores observaron que más de 80 por ciento de los procesos ecológicos, necesarios para sostener todo tipo de ecosistemas en tierra, mar y agua dulce, presentan señales de estrés y alteración, como respuesta al cambio climático.
Los autores indican que, con anterioridad, muchos otros estudios han documentado impactos individuales del cambio climático para especies o regiones particulares, pero los impactos individuales se acumulan y son amplificados de manera más extensa. Esta investigación, coordinada por Brett Scheffers, analizó 94 procesos ecológicos, que habían sido documentados previamente en artículos científicos publicados en revistas de arbitraje, y observó la influencia acumulada en genes, especies y ecosistemas. Así, el equipo encontró desde variaciones en genes individuales, modificaciones en la fisiología y características físicas de algunas especies, hasta cambios en el tamaño corporal, en el predominio de un sexo sobre otro, y en la emigración de especies hacia áreas completamente nuevas para ellas.
Sus resultados señalan que “las especies pasan por adaptaciones evolutivas a las temperaturas extremas y el cambio climático tiene impactos sustanciales en la fisiología…” Por ejemplo, “muchas especies, tanto en sistemas acuáticos como terrestres, redujeron su tamaño corporal porque una proporción mayor entre la superficie y el volumen se ve generalmente favorecida bajo condiciones más cálidas”. Otros casos que especifican son un cambio en el florecimiento de las plantas de climas templados, anticipado en primavera y tardío en otoño; variaciones en el comienzo de las migraciones estacionales entre las especies migratorias del planeta, así como una redistribución de las especies, en la que aquellas originalmente de clima tropical se incorporan cada vez más a las comunidades de clima templado, las boreales a las de clima polar y, en ciertos casos, especies de tierras bajas se asimilan a comunidades de montaña.
Los investigadores advierten que muchos impactos observados del cambio climático en diferentes niveles de las organizaciones biológicas apuntan hacia un futuro cada vez más impredecible para los humanos, pues cuando se altera una gran cantidad de procesos en un ecosistema, los resultados se escalan y modifican todo el ecosistema, produciendo lo que se conoce como “cambios en el régimen ecológico”. Esto afecta directamente a los humanos al provocar una reducción de la diversidad genética en cultivos, inconsistencia de las cosechas, menor productividad de las pesquerías (debido a una reducción del tamaño corporal de los peces), y menor producción de frutos por la alteración del clima. Igualmente –y esto no es novedad– aparecen cambios en la distribución de vectores de enfermedades, junto al surgimiento de patógenos y plagas que antes no eran típicos de un lugar determinado… sin contar con perder el servicio que nos ofrecen ecosistemas como bosques o humedales: los primeros, al secuestrar importantes cantidades de carbono, los segundos al protegernos de fenómenos climáticos como ciclones o inundaciones, y todos al regular el clima local y el ciclo del agua.
Como expresó el director general de IUCN Inger Andersen, “estos hallazgos envían un mensaje muy claro a los líderes mundiales reunidos en las negociaciones contra el cambio climático en Marrakech: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger los ecosistemas de los que dependemos es un asunto urgente de autopreservación”.
Precisamente en Marrakech, Marruecos, durante la realización de la 22º Conferencia de integrantes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC, COP 22 para abreviar), la declaración provisional de la WMO incluyó, por vez primera, una evaluación del impacto del cambio climático sobre los asuntos humanitarios, en la que relacionó fenómenos meteorológicos con informes de la oficina del Alto Comisariato para Refugiados y de la Organización Internacional de Migración, indicando que durante 2015 se produjo un total de 19.2 millones de nuevos desplazamientos humanos relacionados con riesgos climáticos, hídricos, meteorológicos y geofísicos en 113 países, una cantidad que duplicó el número de personas desplazadas debido a la violencia y los conflictos armados.
Los hechos y preocupaciones anteriores confirman la necesidad del Acuerdo de París, adoptado por cerca de 200 naciones en diciembre de 2015 –y que entró en vigor el pasado 4 de noviembre–, cuyo propósito es reforzar la respuesta global a la amenaza que representa el cambio climático, con el compromiso de limitar el aumento de la temperatura global, durante este siglo, por debajo de los dos grados Celsius sobre los niveles preindustriales y de intentar contenerlo en 1.5º C.
Pero el Acuerdo de París enfrenta desafíos que complican el logro de sus objetivos. Por una parte, otro análisis, éste del Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (UNEP), demostró que los países todavía emiten demasiado dióxido de carbono en la atmósfera como para mantener el calentamiento global por debajo de las metas convenidas en el Acuerdo de París. En pocas palabras, el estudio de UNEP advierte que, a menos que el mundo limite sus emisiones y comience a reducirlas para el año 2020, el calor que ya hemos producido alcanzará fácilmente un aumento de 1.5º C, provocando una serie de efectos negativos en el cambio climático.
Y, claro, otro desafío está personificado por el flamante presidente electo de los Estados Unidos…
Todo parece indicar que Donald Trump se prepara a asumir el cargo con la intención de echar abajo todo lo que el Presidente Obama consiguió en cuestiones de ambiente y energía, comenzando por la participación de Estados Unidos en este acuerdo ambiental internacional. Existen indicios de ello no solamente en las respuestas que él o su equipo presentaron a la organización ScienceDebate.org, junto con los otros tres candidatos, donde supuestamente establecían su posición frente a diversos temas científicos, o en su promesa expresa de abandonar el Acuerdo de París. Muchos medios estadunidenses señalan la preocupación de investigadores por lo que refleja, a todas luces, el desconocimiento y desprecio de Trump hacia la ciencia y sus fundamentos, específicamente sus declaraciones sobre el cambio climático, al que ha llamado desde una “farsa” (hoax) hasta una “conspiración” creada por China (lo que no quiso reconocer durante uno de los debates).
Esta preocupación se ha convertido en un temor real con la designación de Myron Ebell como jefe de su equipo de transición para la Agencia de Protección Ambiental de E.U. (EPA). Ebell, quien no es científico y pertenece al grupo conservador Competitive Enterprise Institute, que de acuerdo con algunos medios llegó a tener financiamiento de ExxonMobil, cabildea desde hace muchos años para evitar cualquier acción contra el calentamiento global, pues considera que éste es sólo una bandera “alarmista” del movimiento ecologista para crear más puestos burocráticos, y ha declarado como falsos muchos estudios climatológicos serios. Al mismo tiempo, ha exigido que se destinen más terrenos federales para la exploración de petróleo y gas y para la minería de carbón, y ha demandado al Senado estadunidense que vote en rechazo del Acuerdo de París.
Ya es indicativo colocar a una persona como Ebell frente a la principal agencia ambiental del país (un zorro a cargo del gallinero) y, como señala un artículo de ClimateWire en Scientific American, “el equipo de transición de Trump y los legisladores republicanos argumentan que salirse del acuerdo sería simple, porque no ha sido ratificado por el Senado”.
Aún así, podría no ser tan sencillo. El artículo refiere que, al entrar en vigor el acuerdo, no puede ser abandonado por ninguno de sus países miembros “hasta completar un proceso de retirada que toma cuatro años”. Y aunque “Trump podría usar su investidura” para retirar a su país, “seguiría siendo parte de él por cuatro años más, y estaría sujeto a sus compromisos… jurídicamente vinculantes”, de lo contrario, “violaría el derecho internacional”. No obstante, agrega, también “podría tomar un atajo y salirse de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, una medida que parece probable, dadas las críticas de Trump al organismo de la ONU”. El artículo de Scientific American señala que este procedimiento, que tardaría tan sólo un año en completarse, implicaría igualmente abandonar el Acuerdo de París.
La retirada de E.U. del acuerdo podría poner en riesgo la participación de otras naciones relevantes para su realización, como China o India, cuyo desarrollo incipiente requiere de un inmenso abasto de energía. Sin embargo, conseguir este propósito no sólo dañaría la imagen de Estados Unidos frente a sus aliados, también debilitaría su capacidad de comprometer a otros líderes internacionales en temas que son prioritarios para la agenda de Trump.
Por el momento, lo cierto es que el presidente electo de E.U. sí ha reiterado un futuro prometedor… para la industria petrolera. En la sección de «energía» de su plataforma de gobierno ya prometía «liberar los 50 billones de dólares de Estados Unidos en reservas no explotadas de shale (lutita, esquisto, alias fracking), petróleo y gas natural, además de cientos de años en reservas de carbón limpio(¡!) Actualmente, en su página web de “transición” aparece una sección llamada “independencia energética” (“energy independence”), en el que subraya que “en lugar de continuar el actual camino para debilitar y bloquear a los productores estadunidenses de combustibles fósiles” su administración favorecerá la producción de esos recursos, “abriendo el arrendamiento de tierras y aguas federales costeras y de altamar” (¿alguien más quiere llorar?… ¡esperen, que se pone peor!) Señala también que se dará por terminada la “guerra contra el carbón”, y se rescindirá la moratoria sobre la minería de este combustible.
No por nada publica el Washington Post: “Los ejecutivos de la industria petrolera están de plácemes”. Y así lo expresan. Como Stephen Brown, de la petrolera Tesoro, quien asegura que se reexaminarán los obstáculos en los procedimientos para proyectos de infraestructura como oleoductos, y se “habrán ido” las regulaciones sobre el costo social del carbono y otros impactos ambientales, con una sentencia de muerte lenta para el plan de energías limpias (Clean Power Plan) de Obama.
Anticipadamente, ¡llegó Santa Claus para los petroleros!, algunos de ellos “asesores” de Trump, como el productor de petróleo de lutita Harold Hamm. De hecho, el Post refiere que Trump ha hablado en conferencias sobre el fracking (eufemísticamente llamado “extracción de esquisto”, “lutita” o “shale”). La roca de lutita, por ser impermeable, contiene restos de petróleo y gas natural, pequeñas gotas que sólo pueden extraerse utilizando la técnica de fractura, o fracking. Esta técnica, además de presentar problemas como el uso intensivo de agua, posible contaminación de acuíferos cercanos, así como la del suelo y aire en casos de fugas y filtraciones, también ha sido causante de la generación de microsismos (y algunos sismos no tan micro) en estados como Ohio.
Ante tan difícil panorama para la salud atmosférica, oceánica y climática de nuestro planeta, no resulta difícil imaginar, junto con Bill McKibben, fundador del grupo de activistas por el clima 350.org, que “el daño de estas elecciones se medirá en escala geológica”.
Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)
Fuente:
Scheffers, B., De Meester, L., Bridge, T., Hoffmann, A., Pandolfi, J., Corlett, R., Butchart, S., Pearce-Kelly, P., Kovacs, K., Dudgeon, D., Pacifici, M., Rondinini, C., Foden, W., Martin, T., Mora, C., Bickford, D., & Watson, J. (2016). The broad footprint of climate change from genes to biomes to people Science, 354 (6313) DOI: 10.1126/science.aaf7671
Información adicional:
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Annex: HOW DID WE GET HERE? (or Climate Change for Trummpies)
Crédito imágenes:
Climate change: Russian art contest, organizado por United Nations Development Programme in Europe and CIS, publicadas en Flick. Algunos derechos reservados.