44_cuello de textear

La tecnología está transformando nuestro cuerpo, y provoca problemas físicos que van más allá del sedentarismo, de por sí negativo. En manos y brazos, ya es famoso el síndrome del túnel carpal; en los ojos existe un síndrome llamado de “visión de computadora”, que puede generar dolor de cabeza, vista borrosa y resequedad ocular, tras un uso prolongado de la computadora; en oídos, se ha sugerido la posibilidad de cierto tipo de tinitus, por el uso excesivo del celular y, aún peor, existen evidencias de su relación directa con los accidentes.

En una revisión de los accidentes informados en la prensa de Estados Unidos entre 2004 y 2011, publicada en la revista Injury Prevention en 2012, se encontró que 116 casos en los que un peatón había resultado herido, llevaba puestos audífonos. En 70 por ciento de estos accidentes, lamentablemente falleció el peatón.

Pero una influencia de la tecnología que, además de afectar el cuerpo, produce un impacto en nuestra mente, es la que tiene sobre la postura. Y este problema de postura, típico de nuestra época, incluso ya tiene un nombre. Se ha bautizado como iHunch, que podría traducirse como “joroba digital”, o también text neck, o “cuello de textear”.

Miren a cualquier persona escribiendo un mensaje en su celular. ¿Observan su postura en “C”?

La cabeza humana pesa en promedio 5 o 6 kilos. Cuando inclinamos el cuello 60 grados, como al escribir o leer en el celular, la tensión sobre el cuello aumenta a casi 30 kilos.

Un estudio, realizado con 200 estudiantes de primaria, observó que, en los 12 meses anteriores, dos tercios habían sufrido dolor de espalda o de cuello. Se sospecha que el principal factor fue el uso excesivo de aparatos digitales.

Además, esta postura es similar a la que adoptamos cuando estamos tristes, cuando tenemos miedo o nos sentimos indefensos. De hecho, varios estudios han encontrado que las personas con depresión clínica adoptan una postura muy parecida a la “joroba digital”, con el cuello hacia adelante, los hombros colgando y los brazos frente al cuerpo.

postura muy parecida

La cuestión es que la postura no sólo refleja nuestras emociones, también puede provocarlas. En una serie de experimentos, cuyos resultados se publicaron hace meses en Health Psychology, Shweta Nair y colegas pidieron a un grupo de voluntarios que adoptaran esa posición durante una entrevista de empleo simulada, y que después respondieran un cuestionario. A diferencia de los participantes que se sentaron derechos, aquellos que tenían esta posición en “C” respondieron que se sentían más atemorizados, con un estado de ánimo y autoestima más bajos.

¿Cómo se traduce esto en nuestro mundo tecnológico?

Amy Cuddy y Maarten Bos, de la Universidad de Harvard, diseñaron un experimento, en el que dieron a un grupo de participantes uno de cuatro aparatos (celular, tablet, laptop, o computadora de escritorio), para que interactuaran con éste durante cinco minutos. El propósito era averiguar cuánto esperaría cada voluntario para preguntar si podía salir de la habitación, una vez que todo indicaba que el experimento había concluido. Los investigadores encontraron que el tamaño del aparato afectaba la conducta de los participantes. Quienes estuvieron inclinados, prácticamente colapsados sobre el aparato que utilizaban, fueron menos asertivos y se tardaron más en animarse a preguntar si ya podían marcharse.

Esto sugiere, además, una relación lineal entre el tamaño de los aparatos y el grado en que éstos nos afectan. Cuanto menor es un dispositivo, más nos obliga a contraer el cuerpo para utilizarlo, y cuanto más encogida y cerrada es la postura que adoptamos, es más probable que nos sintamos más sumisos.

Por si fuera poco, la mala posición también podría afectar nuestra memoria. En una investigación publicada en 2014 en Clinical Psychology and Psychotherapy, en la que participaron personas que sufren depresión clínica, a los voluntarios se les asignó aleatoriamente una posición, ya fuera sentarse derechos, o encorvados. Inmediatamente después, todos vieron una lista de palabras positivas y negativas. Cuando se les pidió que recordaran esas palabras, los encorvados tuvieron una desviación negativa en sus recuerdos, pues se acordaron más de las palabras negativas que de las positivas. Por el contrario, quienes se sentaron derechos no tuvieron esa desviación.

Además de los problemas de postura, otra complicación tecnológica tiene relación con el descanso, principalmente el de los niños y adolescentes.

12_quienes usaban sus aparatos antes de ir a dormir

De acuerdo con un estudio publicado en 2015 por Mari Hysing, del Centro Regional para la Salud Mental y el Bienestar de Niños y Jóvenes, y colegas de otras instituciones de Noruega, los adolescentes que pasan muchas horas frente a un aparato electrónico (computadora, celular, televisión, o cualquier otro) pueden tener más problemas para dormir por la noche.

Estos científicos encontraron que la cantidad acumulada de horas de pantalla que recibe un adolescente durante el día, y no solamente poco antes de ir a dormir, afecta las horas de sueño.

En el estudio, quienes usaban sus aparatos antes de ir a dormir, tenían dos veces más probabilidades de necesitar más de una hora para conciliar el sueño, y esta cantidad de tiempo aumentaba con el tiempo de uso de los aparatos. Es decir, si los usaban más de cuatro horas, tenían 49 por ciento más probabilidades de tardarse más de una hora en conciliar el sueño.

Una creciente cantidad de evidencias indica que la exposición a la luz azul brillante puede interferir con los patrones de sueño de las personas, y éste es exactamente el tipo de luz que producen los modernos aparatos de cristal líquido, como teléfonos inteligentes y tablets.

Otros investigadores, como Anne-Marie Chang, neurocientífica y experta en sueño de la Penn State University, también han encontrado que el uso de lectores electrónicos por la tarde interfiere con el patrón normal de sueño del usuario, y reduce su alerta a la mañana siguiente.

La cuestión es que, probablemente, la luz de los aparatos electrónicos interfiere con el reloj interno del cuerpo, que controla el ritmo circadiano, el ciclo de 24 horas que regula muchos procesos fisiológicos en animales, plantas, hongos, e incluso algunas bacterias, determinando, por ejemplo, los periodos de sueño y de alimentación, así como la actividad cerebral, la producción de hormonas y la regeneración celular.

Interrumpir el ritmo circadiano puede incrementar la posibilidad de desarrollar algunos problemas de salud, incluyendo obesidad, o trastornos cardiovasculares.

En los mamíferos, estos ritmos circadianos están controlados por un grupo de neuronas en la región del hipotálamo, llamada el núcleo supraquiasmático. Este “reloj orgánico” es sensible a claves ambientales, principalmente a la luz.

El ojo tiene un tipo de células, conocidas como células ganglionares de la retina, que contienen una proteína, sensible a la luz, la melanopsina. Estas células trabajan con las neuronas del núcleo supraquiasmático y le envían información sobre el nivel de luz en el ambiente.

Cuando amanece, el núcleo suprime la producción de la hormona melatonina –la que nos provoca sueño– en la glándula pineal. En ausencia de luz, aumenta la producción de melatonina, lo que nos hace sentir sueño nuevamente.

Sin embargo, exponernos a la iluminación de un aparato, en un momento en que supuestamente no debía llegarnos luz, altera nuestro ritmo circadiano. Lo mismo sucede con otros tipos de luz artificial, pero el problema es que las células retinales son particularmente sensibles a la luz que tiene longitudes de onda más cortas, en el extremo azul del espectro, como la que producen nuestros celulares y algunas pantallas electrónicas.

Además, los efectos de la luz azul se intensifican cuando usamos un aparato en una habitación oscura, y esto va en demérito de la salud y la eficiencia escolar, de acuerdo con la neuróloga Xue Ming, y colegas de la Universidad Rutgers.

El equipo de Ming distribuyó una encuesta en tres bachilleratos de Nueva Jersey, y evaluó más de mil 500 respuestas, contrastando el grado escolar, sexo, duración de los mensajes y si esto ocurría antes o después de apagar la luz.

Así encontraron que los estudiantes que texteaban más de media hora en la oscuridad, tenían más sueño durante el día, y su rendimiento académico era más bajo.

No obstante, no observaron ninguna relación entre enviar textos antes de apagar la luz y el desempeño académico. La causa podría ser que, cuando una persona sigue enviando y recibiendo mensajes en la oscuridad, esto interfiere con su ritmo circadiano. En consecuencia, a la hora de dormir, su sueño profundo (o de movimiento ocular rápido) es más corto, lo que puede afectar el aprendizaje y la memoria, pues es el periodo de sueño más importante  para el aprendizaje, la consolidación de la memoria y el ajuste social en los adolescentes.

Esto se ve reforzado por otra investigación, ésta de la Universidad de Pittsburg, coordinada por Jessica Levenson y publicada en enero de este año, que sugiere que los usuarios frecuentes de 11 de los medios sociales más populares sufren más trastornos del sueño que aquellos que se conectan con menos frecuencia.

En este estudio participaron jóvenes de entre 19 y 32 años, la generación bautizada como millennials. Muchos de ellos han usado medios sociales durante gran parte de su vida. Tras analizar los patrones y calidad del sueño de casi mil 800 jóvenes, los investigadores observaron que los chicos pasaban, en promedio, una hora diaria en alguna de las plataformas de medios sociales, y checaban sus cuentas 30 veces por semana. Como resultado, casi 30 por ciento de los entrevistados tenía “elevados niveles” de trastornos de sueño.

El estudio de Levenson aisló tres formas en las que los medios sociales pueden contribuir a los trastornos de sueño: En primer lugar, la luz emitida por las pantallas puede interferir con el ritmo circadiano y los patrones de sueño. Asimismo, la interacción con otros usuarios también puede provocar reacciones emocionales, cognitivas, o fisiológicas, que dificultan conciliar el sueño. Y, desde luego, está el mero hecho de desvelarse interactuando con los medios sociales.

Quienes informaron que revisaban sus páginas con mayor frecuencia, tenían hasta tres veces más probabilidades de sufrir un sueño deficiente.

Con todo, en este caso debe tomarse en cuenta que la relación de causa-efecto podría ser al revés. Aunque el estudio sugiere que ciertos patrones de uso de los medios sociales pueden provocar una mala calidad del sueño, no elimina la posibilidad de que los participantes usen los medios sociales precisamente porque tienen dificultades para dormir.

Aun así, existen muchas razones para desconectarnos del celular, y de cualquier otro medio digital, y no sólo el hecho de que revisarlo incesantemente nos distraiga del momento presente, e interrumpa las reuniones familiares en todo el planeta.

Pero si debemos utilizar el celular, o la tablet, sería conveniente recordar que estos aparatos pueden inducir nuestro encorvamiento, lo que a la vez modifica el estado de ánimo, la memoria e incluso la conducta, y que, además, también pueden quitarnos el sueño.

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

Fuente:

Grover K, Pecor K, Malkowski M, Kang L, Machado S, Lulla R, Heisey D, & Ming X (2016). Effects of Instant Messaging on School Performance in Adolescents. Journal of child neurology PMID: 26762509

Información adicional:

Impact of new digital technologies on posture

ResearchBlogging.org