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Muchas características se mencionan como exclusivas de los humanos, pero probablemente dos habilidades verdaderamente propias de nuestra especie son la de cocinar los alimentos y la de contar historias, y ambas tienen un elemento en común: la domesticación del fuego.

El uso del fuego para la cocción de alimentos llevó a una mayor complejidad en la elaboración de comidas, y se ha estudiado con bastante profundidad su influencia sobre la dieta y sobre la anatomía (principalmente del cerebro). También se ha investigado el efecto que tuvo la luz de las hogueras en nuestra fisiología y ritmos circadianos. Sin embargo, se conoce menos acerca de sus consecuencias en el desarrollo de la cultura y la sociedad.

La antropóloga Polly Wiessner, de la Universidad de Utah, quien ha pasado cuarenta años investigando la relación entre las reuniones junto a la hoguera y el desarrollo social humano, piensa que un rasgo cuya evolución favoreció el fuego nocturno fue el de contar historias. En su opinión, esta actividad nocturnal pudo representar una de las primeras formas de “medio social”, que ayudó a crear y expandir la cultura humana. Después de todo, las historias forman parte de las tradiciones de casi todas las sociedades de cazadores-recolectores.

En un estudio, publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que, de acuerdo con evidencias arqueológicas, nuestros ancestros posiblemente comenzaron a tener cierto control esporádico del fuego hace cuando menos un millón de años, y unos 600 mil años después, ya lo usaban de manera regular. Para su investigación, Wiessner analizó más de 200 conversaciones, tanto diurnas como nocturnas, entre habitantes del desierto de Kalahari –que se extiende de Namibia a Botswana–, conocidos como bosquimanos. Poco se sabe del pasado de estos pueblos, además de que durante mucho tiempo fueron cazadores-recolectores nómadas. A partir de la década de 1970, comenzaron a establecerse en aldeas y, actualmente, aunque aún se trasladan para encontrar alimento, también tienen empleos pagados, venden artesanías y crían animales.

Boscimani

En 1974, recién egresada de la universidad, Wiessner registró y clasificó por temas 174 conversaciones diurnas y nocturnas de los bosquimanos. Nuevamente, en 1998, 2005 y 2013, regresó al desierto de Kalahari para grabar otras 68 historias, éstas contadas exclusivamente en torno de la hoguera central, donde los bosquimanos se reúnen casi todas las noches, en grupos de hasta 15 personas, pese a que cada familia cuenta también con un hogar para el fuego. El propósito de la investigadora era conocer de qué temas se hablaba en estas reuniones junto al fuego, para deducir la contribución de las fogatas en la vida humana.

Con ayuda de colaboradores, que tradujeron las conversaciones, encontró que las pláticas nocturnas eran totalmente distintas que las diurnas. Durante el día, 34 por ciento de las interacciones se concentraba en comunicar quejas, críticas y chismes, que según los expertos funcionan como reguladores de las normas sociales. Otro 31 por ciento estaba relacionado con asuntos económicos, como sus planes o estrategias de caza. También se compartían bromas y se hablaba de diversos asuntos, pero sólo seis por ciento de estas conversaciones se dedicaba a contar historias.

No obstante, y tal vez porque la noche permite una interacción más relajada, después del ocaso el tema central de 80 por ciento de las pláticas consistía en contar historias. En ellas, no se trataba de venerar héroes ni de exponer cuentos con moraleja. Eran sencillamente narraciones relacionadas con la cultura y con la comunidad, pero es muy posible que ofrecieran implícitamente lecciones de amistad y de familia. Durante las reuniones, a menudo participaba toda la congregación, ya bien repitiendo las frases, o comentando los detalles al final de la platica. Más de uno se emocionaba en los momentos de suspenso, o reía a carcajadas con las anécdotas graciosas.

Pero los investigadores concluyeron, además, que estas historias también ayudan a las nuevas generaciones a conocer las tradiciones de su comunidad, como las ceremonias de matrimonio o los ritos prenupciales, ofreciéndoles una experiencia anecdótica de sus normas culturales. Asimismo, a veces los protagonistas eran algunos integrantes ausentes, como los parientes fallecidos, o emigrados. Esto extendía la comunidad más allá del espacio físico, al imaginario universo mental o espiritual, creando comunidades virtuales.

fantasmas hoguera

Luego de analizar investigaciones similares, realizadas en otros grupos de cazadores-recolectores y registradas en la importante base de datos conocida como Enciclopedia de las Culturas del Mundo (The Encyclopedia of World Cultures), que cataloga todas las culturas humanas conocidas por la antropología, el equipo encontró que, en 38 sociedades, el chisme generalmente se asocia con las actividades diurnas. Por el contrario, el mismo compendio indica que 60 sociedades utilizan la reunión en torno de la fogata para ceremonias que incluyen cantos, bailes, sanaciones, compartir pesares y efectuar ritos de fertilidad. Este tiempo social compartido ayuda a crear comunidades y redes sociales.

En opinión de Wiessner, hace cerca de medio millón de años, las historias y conversaciones, que fueron transmitiendo las ceremonias y celebraciones tradicionales, comenzaron a alimentar la imaginación humana y las capacidades cognitivas que dan forma a esas comunidades, materiales y mentales; redes sociales, formadas tanto por parientes vivos –ya sea cercanos o lejanos–, o por integrantes fallecidos, que representan un vínculo con el mundo espiritual. Este mismo ejercicio de escuchar e imaginar pudo haber impulsado la capacidad humana de “leer” los pensamientos más complejos de los demás.

De esta forma, además de salvaguardarnos del frío, de los depredadores y de los insectos, los relatos al calor de las llamas probablemente favorecieron la evolución del pensamiento, al reforzar las tradiciones sociales, promover la armonía y cultivar la imaginación, construyendo un sentido de comunidad más amplio, porque abarca a personas que están lejos, e incluso al mundo espiritual.

A su vez, esta capacidad de imaginar y construir comunidades virtuales, más allá de los individuos presentes en el grupo, permitió a los humanos colonizar el planeta, auxiliados por sistemas de apoyo mutuo; una tradición permanente, que actualmente puede verse reflejada en nuestra necesidad de continuar construyendo redes sociales, reales y virtuales.

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

Fuente:
Wiessner, P. (2014). Feature Article: From the Cover: Embers of society: Firelight talk among the Ju/’hoansi Bushmen Proceedings of the National Academy of Sciences, 111 (39), 14027-14035 DOI: 10.1073/pnas.1404212111

Información adicional:
Why Night Owls Are More Intelligent Than Morning Larks

Lucy to Language: The Benchmark Papers
Chapter I.

Fire: The Spark That Ignited Human Evolution

Crédito imagen:
Bob Aronson, Haunted Snipe Campfire – Colorado Rockies. Courtesy by flickr.

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