Texto por: Abiael Alexis Cobos Illescas
En las praderas del norte de México (Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas), viven unos pequeños animales escondidos entre madrigueras. Se hacen presentes por sus icónicos sonidos, “ladridos”, ¿perritos?. El color de su pelaje es de un tono entre el amarillo y el marrón, tienen patas cortas, incisivos fáciles de observar color amarillo y grandes ojos que le dan un aspecto de… ¿ardillas?
Los perritos de la pradera, Cynomys mexicanus, son roedores que se caracterizan por su singular forma de comunicación. En respuesta a diferentes circunstancias, principalmente de peligro, pueden informar a la colonia sobre el tipo y tamaño del depredador o qué tan cerca se encuentra, para así resguardarse dentro de sus madrigueras. Una vez que pasada la amenaza emiten nuevamente “ladridos”, para informar a la colonia que es seguro salir. Su carácter social se complementa con aseo mutuo, cuidado parental y liderazgos dentro de la colonia.
Su dieta se basa principalmente en el consumo de tallos, semillas y raíces de distintas plantas de temporada, aunque llegan a consumir insectos como complemento alimenticio. Esto provocó que las personas de la región los consideraran como competidores del ganado, por lo que a finales del siglo XVIII surgió una campaña de erradicación. Durante años los capturaron, cazaron, e inclusive los envenenaron. Sin embargo, científicos del Instituto de Ecología de la UNAM demostraron el importante papel de la especie (https://bit.ly/2DvhrFL). Al construir sus túneles de uno a tres metros de profundidad y hasta de 15 metros de longitud, remueven constantemente el suelo, lo que permite mantener su dinámica ecológica, con el flujo de elementos minerales, movimientos de organismos edáficos (lombrices, nematodos, hormigas, etc.) y residuos vegetales, que mantienen en buena condición a la pradera.
Cuando uno observa la pradera, no se imagina que ésta funciona gracias a la participación de cada miembro natural del sitio. El escuchar un ladrido del Cynomys mexicanus al soplo del viento es signo que la pradera está viva. El conocer más sobre la vida de cada una de las especies silvestres nos ayuda a conservarlas y entender su papel dentro de la naturaleza.