…Y probablemente tampoco por estrés crónico.

En estos días se publicó, en la revista especializada Human Factors, un estudio realizado conjuntamente por investigadores del Instituto de Tecnología Aeroespacial de la Universidad de Nottingham y de Innovaciones del Grupo Airbus, ambos en Gran Bretaña, cuyo objetivo fue “examinar la relación entre la carga de trabajo mental experimentada” por un grupo de sujetos y su “respuesta fisiológica (obtenida) mediante un monitoreo no invasivo de los parámetros fisiológicos”.

Como explica el equipo, compuesto entre otros por Adrian Cornelius Marinescu, Sarah Sharples y Tomas Sánchez López, el nivel de la “carga de trabajo” –interpretada como el esfuerzo mental, o esfuerzo cognitivo, para realizar una tarea que exige concentrar nuestra atención– podría estar relacionado con nuestro desempeño, o rendimiento. Por ejemplo, cuando el esfuerzo mental requerido es demasiado grande, o aburridamente pequeño, va a influir de manera negativa en el desempeño.

Pero el esfuerzo mental es subjetivo, lo que significa que solamente quien está ejecutando un trabajo (principalmente intelectual) “conoce” cuánto le cuesta realizarlo.

Encontrar una forma de traducir esta información subjetiva a información objetiva, que pueda medirse, como el ritmo respiratorio y cardíaco, o la dilatación de las pupilas, resultaría de mucha utilidad para evaluar el grado de concentración, o de presión (estrés) cognitivo que generan tareas que son muy delicadas, o que implican la seguridad de otras personas, como pilotear un avión, o atender pacientes en una unidad de urgencias.

Desde luego que esa “traducción”, o relación entre subjetividad y objetividad, no ha sido fácilmente asequible, y muchos investigadores continúan buscando elementos que cuando menos ofrezcan una aproximación.

El estudio en cuestión puso en prueba diferentes métodos no invasivos, para averiguar si de forma individual, o en conjunto, servían como buenos indicadores del esfuerzo mental que realizaban 10 voluntarios mientras practicaban un videojuego con dos niveles de dificultad.

Para medir la respuesta fisiológica (física) de los participantes en tiempo real, el equipo les colocó una banda con sensores que registraban su postura, latidos cardíacos y ritmo de respiración.

Asimismo, con un equipo especial de luz infrarroja, observaron la dilatación de sus pupilas, pues investigaciones anteriores han observado que esto se correlaciona con el aumento de la carga de trabajo, o esfuerzo mental.

Pero, además, utilizaron una cámara infrarroja de termografía facial, que midió los cambios de temperatura en el rostro de los voluntarios.

Ejemplo del registro térmico. Adrian Cornelius et al. Bajo licencia de Creative Commons CC BY-NY 4.0

Durante la realización de la tarea, los participantes autoevaluaban su esfuerzo mental cada 45 segundos, sobre una escala del uno al cinco, y al finalizar llenaron un cuestionario estandarizado.

Como resultado, los investigadores encontraron que efectivamente existía una asociación entre el esfuerzo mental percibido por los voluntarios y su nivel de desempeño.

Además, con ayuda de técnicas de análisis de datos, observaron que la mejor combinación de indicadores para inferir el rendimiento –y, por extensión, el nivel de esfuerzo mental, o carga cognitiva– era un aumento en la dilatación de las pupilas, junto con el registro de la temperatura de la nariz y de los senos nasales, que en más de la mitad de los participantes se reducía conforme crecía la exigencia de atención del videojuego.

Como mencioné arriba, el propósito final de este estudio fue encontrar la forma de medir, de manera no invasiva, signos fisiológicos útiles para inferir el rendimiento de las personas cuando realizan tareas que les exigen una fuerte carga cognitiva.

Sin embargo, algunos medios que cubrieron esta investigación y sus resultados le dieron un desafortunado “giro”, que tuvo como consecuencia desde equívocos leves hasta absolutas falsedades.

Por ejemplo, el portal de Muy Interesante refirió que, según el estudio, “la respuesta a por qué tienes la nariz fría mientras estás trabajando” es que “cuando el cerebro tiene gran carga de trabajo y por ende estrés, el flujo sanguíneo se desvía de las extremidades faciales a las neuronas”.

Esta confusión es comprensible, pues en la investigación publicada, los científicos hacen referencia a un estudio anterior, realizado por los doctores Calvin K.L. Or y Vincent Duffy, donde estos últimos sugieren que la causa de la caída de temperatura en la nariz, durante tareas de gran concentración, podría ser “una respuesta de constricción de los vasos sanguíneos generada por el sistema nervioso autónomo frente al estrés mental o a alguna emoción negativa, y mediada principalmente por el sistema nervioso simpático”.

En otras palabras, en realidad es razonable pensar que, al esforzarnos mentalmente, o estar bajo estrés cognitivo, el cerebro atrae un mayor flujo sanguíneo, que al reducirse en la zona nasal provoca un descenso de temperatura. Pero, además de que esto debe investigarse más a fondo, no está específicamente consignado en la investigación de la Universidad de Nottingham.

El problema es que la nota en español va mucho más allá, cuando agrega que “la temperatura de la nariz disminuyó entre los sujetos que se sentían frustrados”(sic)… ¡Esta afirmación sí que es frustrante! En ningún lado los investigadores afirman, indican, o siquiera sugieren que la frustración tenga que ver con las narices frías.

Podemos suponer que se trata de una mala traducción del término “overwhelmed” (agobiado o abrumado), que en este contexto más bien se refiere al hecho de soportar el esfuerzo de mantener una total atención; es decir, una fuerte carga cognitiva.

Lamentablemente, varios medios digitales han tomado la nota en español tal cual. Uno de ellos asegura que “los resultados arrojaron que la temperatura de la nariz disminuyó, entre quienes experimentaron frustración»(sic), e incluso otros dos llegan a sugerir que «tener la nariz o la cara generalmente fría podría estar indicándote que estás más alterado de lo que piensas»(sic), y lo asocian con el estrés crónico.

Las noticias en línea pueden ser grandes amigas del periodismo científico y de la divulgación de la ciencia, pero la falta de información correcta es un enemigo difícil de vencer, principalmente en este momento cultural en el que los hechos parecen haber perdido relevancia para muchos canales de contenido digital.

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

Fuente:

Adrian Cornelius Marinescu, Sarah Sharples, Alastair Campbell Ritchie, Tomas Sánchez López, Michael McDowell, Hervé P. Morvan. Physiological Parameter Response to Variation of Mental Workload. Human Factors, Vol 60, Issue 1, 31-56 (https://doi.org/10.1177/0018720817733101).

Información adicional:

Ora, C. K. L., Duffy, V. G. (2007). Development of a facial skin temperature-based methodology for non-intrusive mental workload measurement. Occupational Ergonomics, 7, 83–94.

How the temperature of your nose shows how much strain you are under

Créditos imágenes:

Cold nose, warm touch (Thermography of my cats), by yellowcloud from Germany (Fragmento). Bajo licencia de Creative Commons Attribution 2.0 Generic license (cc-by-2.0).
Especificaciones: Wavelength: 8 to 14 micrometer, Sensor: Microbolometer 320×240, Lens: Germanium triplet For those who are not browsing the Thermography set: See more at : www.flickr.com/photos/yellowcloud/sets/72157628079313321/

Feature-tracking example (Fig. 10). Adrian Cornelius et al. Bajo licencia de Creative Commons CC BY-NY 4.0.