friends-108376_640Dicta la sabiduría popular que no escogemos a nuestros parientes, con quienes generalmente compartimos genes, pero sí a nuestros amigos. Y, sin embargo, es probable que, sin saberlo, elijamos a estos últimos precisamente por influencia genética.

Una investigación, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, descubrió que los amigos sin parentesco biológico pueden tener un parecido genético. En otras palabras, que podemos tener más ADN en común con las personas que elegimos como amigos que con extraños de la misma población.

James Fowler, profesor de genética médica y ciencias políticas de la Universidad de California en San Diego, y Nicholas Christakis, profesor de sociología, biología evolutiva y medicina de Yale, aprovecharon los datos de un enorme estudio que actualmente analiza los factores de riesgo cardiaco en los habitantes de la ciudad de Framingham, Massachusetts.

Los investigadores observaron características del ADN de mil 932 sujetos, y lo compararon en parejas de amigos sin parentesco biológico, así como en parejas de extraños. Se concentraron en un millón y medio de marcadores de las variaciones genéticas, para descubrir que, en promedio, los amigos tienen más variaciones genéticas en común que los extraños; un “parentesco genético” similar al que se tiene con un primo en cuarto grado, o el de personas que comparten tátara tatarabuelos. Esto equivale a cerca del uno por ciento de nuestros genes.

Y aunque parezca que uno por ciento no es mucho, los científicos señalan la importancia de esta cifra para los genetistas. Y, más notable, que a pesar de que la mayoría de las personas ni siquiera sepa quiénes son sus primos en cuarto grado, “conseguimos, entre una miríada de posibilidades, elegir como amigos a aquellos que parecen de nuestra familia”.

Aunque la circunstancia de que todos los sujetos, amigos o no, pertenecieran a la misma población, podría parecer una limitación, esto permitió eliminar la posibilidad de que el resultado fuera consecuencia de que las personas simplemente prefieren hacer amistad con quienes comparten sus antecedentes étnicos. Así, pese a que los participantes pertenecían a un grupo homogéneo, con antepasados europeos, la similitud genética observada fue superior de lo que se esperaría encontrar entre personas con antecedentes étnicos compartidos.

Al margen de las semejanzas promedio en el genoma, fueron revisados específicamente algunos grupos de genes, y se encontró que los amigos son más parecidos en ciertos genes que afectan el sentido del olfato. Si bien un factor para esta similitud podría ser que el olfato nos atrae hacia los mismos ambientes, como una cafetería para los amantes del café, donde se puede conocer y entablar amistad con quien comparte este gusto, es muy probable que existan causas más importantes, en términos evolutivos; mecanismos que funcionan de manera concertada y simultánea, y que nos guían para elegir amigos con genética similar.

De hecho, los investigadores sugieren que esta similitud genética, o “parentesco funcional”, podrían conferir ventajas que probablemente contribuyeron a la evolución humana, como la de cooperar hacia objetivos en común. Además, ciertos rasgos desarrollados por los humanos sólo fueron útiles cuando aparecieron en más de un individuo. Por ejemplo, el gen del habla, cuya utilidad dependió de que alguien más, un amigo, compartiera el mismo gen. En resumen, cuando los genes de una persona evolucionan en relación con los de sus amigos constituyen una ventaja, porque pueden crear una especie de “red social”.

Curiosamente, también se observó un efecto contrario en los genes que controlan la inmunidad. Los amigos tienen relativamente más diferencias que los extraños en cuanto a su respuesta genética hacia varias enfermedades. No obstante, el mismo efecto inmunológico se ha encontrado en las parejas románticas, posiblemente porque tiene la ventaja evolutiva de reducir el contagio interpersonal, y de ofrecer a los hijos una protección más amplia contra enfermedades.

Como parte del estudio, Fowler y Christakis desarrollaron una prueba, llamada “valoración de la amistad”, que a partir de los genes puede predecir, entre extraños, quiénes desarrollarán una amistad, con un nivel de confianza similar al que se tiene en la predicción de la propensión a la obesidad o esquizofrenia.

Con todo, el resultado más sugerente del estudio fue que los genes más similares entre amigos parecen haber evolucionado con mayor rapidez que otros genes. En opinión de los científicos, esto podría explicar la aparente aceleración de la evolución humana durante los últimos tres mil años, colocando al propio entorno social –y principalmente a nuestros amigos– como una posible fuerza evolutiva.

Verónica Guerrero paradigmaxxi@yahoo.com

Christakis, N., & Fowler, J. (2014). Friendship and natural selection Proceedings of the National Academy of Sciences, 111 (Supplement_3), 10796-10801 DOI: 10.1073/pnas.1400825111

(*)Este artículo fue resultado del coloquio Arthur M. Sackler de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, In the Light of Evolution VIII: Darwinian Thinking in the Social Sciences, realizado en enero de 2014.

Imagen: Friends-108376 by ErikaMuth, Pixabay.com (Dominio público) Creative Commons.

Información adicional (en inglés):

Friendship and natural selection (PDF)

http://ucsdnews.ucsd.edu/pressrelease/friends_are_the_family_you_choose

http://www.livescience.com/46791-friends-share-genes.html

www.nasonline.org/ILE-Darwinian-Thinking

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