Actualmente, la tecnología se basa en el conocimiento del átomo y sus partículas, pero ¿quién pensó por primera vez que el universo podría estar compuesto por partículas elementales?…
Como nuevo carburante para una discusión que comenzó hace varios años, la edición del 8 de mayo de Scientific American publicó un artículo póstumo del físico e intelectual Victor Stenger, con la colaboración de James Lindsay y Peter Boghossian, en el que proponen una salida pacífica a la periódica y recurrente controversia entre ciencia y filosofía, específicamente, de la física vs. la filosofía.
La más reciente confrontación ha tenido, básicamente, tres rounds con varios actores. El primero, en 2010, cuando los físicos Stephen Hawking y Leonard Mlodinow escribieron en la primera página de su libro The Grand Design (El gran diseño): “la filosofía ha muerto”, porque argumentan que los filósofos no han conseguido mantener el ritmo de los modernos adelantos de la ciencia, en particular de la física.
Dos años después, el filósofo David Albert hizo una ruda crítica al libro del físico Lawrence Krauss A Universe from Nothing en el New York Times, porque le pareció que aseguraba demasiado aventuradamente que la física tiene cuando menos respuestas plausibles a la pregunta fundamental de la existencia. Como respuesta, en una entrevista para The Atlantic, este físico calificó la filosofía actual como ausente de contenido, en especial la filosofía de la ciencia, nuevamente con el argumento de que “la ciencia avanza y la filosofía no”.
Posteriormente, y debido a que el reconocido filósofo Daniel Dennett, de la Universidad Tufts, lo recriminara por tan injusta denostación, Krauss puntualizó su perspectiva en el artículo “The Consolation of Philosophy” (Scientific American, Abril 27, 2012), donde aunque se disculpa con algunos filósofos, insiste en que incluso “personas que pueden calificarse como filósofos, que han contribuido en discusiones relacionadas con la física, han desarrollado trabajos que, en esencia, pertenecen a la física, y que han sido publicados en revistas de física”.
De manera paralela, en mayo de 2014, Neil deGrasse Tyson comentó durante una entrevista en el podcast Nerdist que la filosofía puede ser una pérdida de tiempo, que en realidad no ofrece ninguna respuesta concreta (el énfasis es mío) a las cuestiones científicas. De acuerdo con este famoso científico y comunicador de ciencia, tener un grado en filosofía “en realidad puede confundirte”.
Al margen de que las áreas filosóficas a las que están dirigidas esas críticas ocupan una mesa revuelta, cuando el físico Sean Carroll ofreció en su blog una defensa de la filosofía, en la forma de su propia explicación de por qué hablar con filósofos puede ser útil a los físicos, desglosó tres críticas centrales que hacen los físicos a la filosofía, mismas que parafraseo a continuación:
- El argumento de que los filósofos en realidad no reúnen datos ni hacen experimentos, sino que pretenden comprender el universo mediante el pensamiento puro.
- El argumento de que los físicos en realidad no necesitan utilizar la filosofía para su quehacer científico.
- La cuestión de que los filósofos, o bien se preocupan demasiado por (objetos) inobservables, o bien se concentran demasiado en los (objetos) observables.
Como respuesta al primer argumento, Carroll señaló que, si bien hay excepciones, no tiene sentido generalizar que la filosofía ignora por completo la información empírica que se ha reunido sobre el mundo. “Cuando la ciencia (o las observaciones de sentido común) revelan algo interesante e importante sobre el mundo, obviamente es tomado en cuenta por los filósofos”. Y añade que, aunque efectivamente los filósofos son propensos a pensar mucho, esto no es algo malo. “Toda la práctica científica implica algún grado de pensamiento puro”. Y aunque los problemas relacionados con la naturaleza básica de la realidad sean problemas de la física, “los simples cálculos no son suficientes, también es necesaria cierta cantidad de pensamiento riguroso para poder avanzar en estas cuestiones”.
Una idea entremezclada con la opinión de que la filosofía es algo así como “la abstracción de las abstracciones” es la de limitarla al pensamiento Platónico. De hecho, un argumento utilizado por Tyson fue el de que “desde la época de Platón y Aristóteles, los filósofos han afirmado que el conocimiento del mundo sólo puede obtenerse mediante el pensamiento puro, cuando esto solamente es posible realizando observaciones y experimentos” (las cursivas son mías). Si esto último fuera el caso, ¿dónde colocaríamos las elegantes teorías (matemáticas y físicas), o las asombrosas intuiciones científicas de genios como Albert Einstein?
Tyson pasa por alto que otros filósofos, incluso anteriores a Platón, como Tales de Mileto –que instauró la concepción de un principio materialista–, intentaron darle una explicación racional a distintos fenómenos del mundo; o bien, que otros, como Eratóstenes y Arquímedes, iniciaron precisamente esa ruta empírica, que varios siglos después fue defendida por filósofos como John Locke o David Hume y que es ejemplificada actualmente por la filosofía experimental.
En The New York Times, Robert Pasnau, profesor de filosofía en la Universidad de Colorado, explica que la esencia de la filosofía es el razonamiento abstracto, “no porque los filósofos sean demasiado flojos para intentar una perspectiva más empírica, sino porque algunos temas no se prestan fácilmente a ello”. Con todo, señala Pasnau que en los siglos recientes, los filósofos han encontrado la forma de aplicar el empirismo en varios campos, y en cada ocasión ha nacido una nueva disciplina: “la física en el siglo XVII; la química en el XVIII; la biología en el XIX y la psicología en el XX”. En efecto, la filosofía probablemente no puede contribuir al diseño de un experimento de física, pero tampoco es esa su función.
Lo que nos lleva al segundo argumento. Sobre la «inutilidad de la filosofía» para el quehacer diario de los físicos, Sean Carroll señala que la importancia de la filosofía, como la de la historia, la biología y la literatura, es intrínseca, y no depende de que esté al servicio de la física. Aun así, refiere cuestiones para las que realmente es útil la contribución filosófica; por ejemplo los problemas de la medición cuántica, de la flecha del tiempo o de la naturaleza de la probabilidad, y agrega, “si más físicos expertos en estas áreas se tomaran la molestia de hablar con filósofos, se ahorrarían muchos errores simples”. De hecho, el propio Lawrence Krauss, en su artículo de 2012, reconoció que “la discusión filosófica puede informar la toma de decisiones de muchas formas, permitiendo reflexionar sobre los hechos”, lo que cuando menos reduce la fuerza de este argumento.
Pero, además, es posible que aquí también estén implicadas algunas confusiones. Por ejemplo, tanto Richard Feynman, en su afamado desdén por la filosofía, como el propio Krauss más actualmente, remiten sus quejas de manera específica a los filósofos de la ciencia (luego, no a la filosofía misma) y, no obstante, cuando el brillante Feynman dictó la cátedra que se convirtió en su libro The Character of Physical Law (El carácter de la ley física), al hablar acerca de “las virtudes de la ciencia”, de “la metodología de la ciencia” y sobre “la imperfecta marcha de la ciencia hacia la verdad”, estaba haciendo declaraciones en el ámbito de lo que se llama “filosofía de la ciencia”.
Esto es absolutamente natural, pues para establecer las hipótesis que quieren comprobar, hasta los físicos parten de un marco (o de un paradigma) conceptual que implica también sus creencias ontológicas y epistemológicas, y que igualmente forma parte de la filosofía de la ciencia. En palabras de Carroll, es posible que la mayoría de los físicos no intenten explícitamente desarrollar una teoría falseable (una propuesta del filósofo Karl Popper para aplicar mayor rigor a las hipótesis y teorías científicas), o buscar cambios paradigmáticos en su trabajo diario, pero de manera inconsciente hacen eso todo el tiempo.
Como explica Carroll, de muchas formas, la filosofía de la ciencia es simplemente una especie de metaobservación a la forma como se realiza la ciencia. Y aunque algunos filósofos crean erróneamente que la ciencia cabe en las definiciones que son producto de esta meta perspectiva, eso no significa que los marcos sean completamente inaplicables.
El tercer argumento es un poco más confuso, porque por una parte refiere la queja de que los filósofos se preocupan demasiado por cuestiones muy abstractas, en lugar de adherirse a lo que puede ser observado y calculado; pero, por otra parte, también hace referencia a la crítica resumida por el Premio Nobel Steven Weinberg contra el positivismo lógico (neopositivismo), una corriente filosófica ya superada que reconocía como conocimiento científicamente válido únicamente al que ofrecen las ciencias experimentales.
Stenger et al. narran en su artículo de Scientific American que, en 1992, Weinberg escribió, en su libro Dreams of a Final Theory, un capítulo completo titulado “En contra de la filosofía”, en donde, sin embargo, limita su crítica a la filosofía de la ciencia, y más concretamente al positivismo lógico. Aquí, aunque Weinberg reconoce que esta corriente tuvo un papel preponderante durante el desarrollo inicial de la relatividad y de la mecánica cuántica, afirma que le hizo a esta última más mal que bien, pues su concentración en (fenómenos) observables como la posición y movimiento de las partículas “se ha interpuesto en el camino de una interpretación realista de la mecánica cuántica, en la que la función de onda es la representación de la realidad física”. Aunque desde una posición filosófica que busca dejar bien planteadas las afirmaciones resulta tentador preguntar a qué se refería Weinberg con “representación” y con “realidad física”, me abstengo para no complicar más las cosas. Digamos tan sólo que Stenger et al. agregan, en este sentido, que el filósofo (y físico) Ernst Mach, empirista radical, padre del número Match y amigo personal de Albert Einstein, incluso se rehusó a aceptar el modelo atómico de la materia porque no podía observar los átomos… como el propio Einstein se negó en su momento a aceptar la mecánica cuántica, precisamente por sus consecuencias filosóficas.
En una entrevista reciente con Quantum Magazine, Weinberg amplía su crítica contra el positivismo lógico, así como contra la corriente “constructivista”. En ambos casos, se trata de posiciones, escuelas o corrientes filosóficas, que no abarcan toda la filosofía contemporánea, ni son compartidas necesariamente por todos los filósofos actuales.
De hecho, tanto Weinberg como Stenger et al. reconocen que filósofos y físicos ya no dan mucha importancia a los reclamos del positivismo, por lo que éste, como tal, hace rato que dejó de tener influencia sobre la física. Una curiosidad, no tan al margen, es que el positivismo suscribía una afirmación que hacen Stenger et al. en su artículo, cuando indican que “cualesquiera que sean las ramas de la filosofía que merecen la estimación de los académicos, y del público, entre ellas no se cuenta la metafísica”.
Esta última declaración viene a cuento con la contraparte del tercer reclamo de los físicos a la filosofía. El citado artículo de Victor Stenger en Scientific American refiere que entre “las cuestiones que la filosofía ya no es capaz de manejar (si alguna vez lo fue) están: ¿Cómo se comporta el universo?, ¿cuál es la naturaleza de la realidad?, ¿de dónde surgió todo lo que nos rodea? y ¿necesitó un creador el universo? (…) De acuerdo con Hawking y Mlodinow, sólo los científicos –no los filósofos– pueden ofrecer las respuestas”.
Con excepción de la primera y última de las preguntas, para lo que efectivamente están bien armadas la física teórica y la empírica, es posible que las otras dos merezcan un poco más de humildad científica, como la que confiesa Lawrence Krauss en su entrevista con The Atlantic, cuando refiere que en el prefacio de su libro intentó aclarar la posibilidad de que tengamos que continuar preguntándonos para siempre “¿por qué?”, pues “en algún nivel podrían existir preguntas últimas que no podremos responder; pero si podemos responder los ‘¿cómo?’ deberíamos hacerlo, porque son éstas las preguntas que importan”. Y subraya más adelante, en relación con la actual teoría científica sobre una posible infinitud de multiversos, “yo nunca aseguré (poder) resolver ese regreso infinito de ¿por qué, por qué, por qué?; en lo que a mí concierne es una tortuga sobre otra”.
En el mismo sentido, el artículo de Stenger et al. señala que algunos físicos se inclinan hacia la posición “instrumentalista”, en la que las teorías son únicamente herramientas conceptuales para clasificar, sistematizar y predecir premisas que partieron de la observación. Según esta perspectiva, no hay forma de conocer lo que constituyen los elementos últimos de la realidad, ni tiene que existir una correspondencia de la realidad con los modelos matemáticos, como sucede con la mecánica cuántica que, aunque difícilmente interpretable en términos filosóficos, ha demostrado su utilidad.
Sin embargo, otros físicos, como Weinberg en la declaración hecha en su libro, promueven interpretaciones “realistas” de la mecánica cuántica, implicando que estas herramientas teóricas son los ingredientes últimos de la realidad. Stenger et al. afirman que esta posición es explícitamente filosófica, pues expresa una perspectiva platónica de la realidad “sostenida comúnmente por muchos físicos teóricos y matemáticos” (aunque no por todos), que suponen que sus ecuaciones y modelos tienen una correspondencia de uno a uno con la naturaleza esencial de la realidad. Añade que, aceptar estas ideas de manera acrítica equivale a tener un pensamiento filosófico deficiente.
En opinión de Stenger y colegas, aquellos que sostienen una perspectiva platónica de la realidad son poco sinceros cuando menosprecian la filosofía, pues adoptar la doctrina de uno de los filósofos más influyentes de la historia los hace también filósofos.
Algo similar sucede, por ejemplo, cuando Krauss señala que en el contexto de la posible existencia de una infinitud de multiversos “está garantizado el surgimiento dinámico de un universo como el nuestro, y estamos aquí porque no podríamos hacer esa pregunta si nuestro universo no estuviera aquí” (A universe like ours is, in this context, guaranteed to arise dynamically, and we are here because we could not ask the question if our universe weren’t here), describiendo algo que, aunque lógicamente confuso, se asemeja mucho al “principio antrópico”, un concepto metafísico bastante utilizado en la cosmología. E incluso Neil deGrasse Tyson, al hablar sobre el multiverso y los fenómenos cuánticos en Cosmos, lo hace en términos filosóficos.
En contraste, Stephen Hawking y Leonard Mlodinow jamás insistirán en que los modelos que describen las observaciones se corresponden exactamente con la realidad. No obstante, como bien señalan Stenger et al., al discutir qué es posible conocer sobre la realidad última, también actúan como filósofos, incluso si su respuesta es “nada”. Lo mismo cabe para las discusiones entre físicos instrumentalistas o platónicos, teóricos o empíricos, sobre lo que esperan de una teoría científica: cuándo rechazarla por ser ajena a la ciencia, o cuándo aceptarla como algo confirmado. Estas cuestiones metacientíficas pertenecen al ámbito de la filosofía de la ciencia; e igualmente aplican un pensamiento epistemológico en sus pronunciamientos quienes aseguran que la observación es nuestra única fuente de conocimiento.
Por ello, Stenger et al. piensan que los físicos están equivocados si creen que se han separado completamente de la filosofía: “todos los prominentes críticos de la filosofía cuya opinión hemos discutido piensan con profundidad sobre la fuente del conocimiento humano”. En su opinión, esto los convierte “cuando menos” en epistemólogos.
La ciencia, fundamentalmente, investiga la naturaleza de la realidad física, y para hacerlo se sirve tanto de herramientas empíricas como lógicas. Además de la lógica, otra tarea central de la filosofía es la de aclarar las nociones y los conceptos que nos permiten comprender el mundo (aunque Tyson se mofe de los cuestionamientos sobre significados), y eso ha venido haciendo desde los primeros experimentos griegos, el desarrollo pitagórico de los argumentos matemáticos, la ciencia islámica de los siglos IX y X, los fundamentos lógicos de Abelardo en el medievo, y el posterior auge del Racionalismo y la Ilustración.
Sin entrar en detalles sobre su importancia para dirimir problemas de justicia, ética, bioética o derechos humanos, entre muchas otras cosas, la filosofía ha aclarado algunos asuntos importantes. Por ejemplo, ha dejado claro que los conceptos e ideas son creación de la mente humana, sin una existencia independiente en un hipotético “cielo Platónico”. Aclaró también que el conocimiento del mundo proviene de nuestras experiencias, observaciones, y de registrar nuestras descripciones acerca de éste. Por si fuera poco, también ha puntualizado que la experimentación es una excelente herramienta para observar objetos y fenómenos bajo diferentes condiciones.
En el mismo contexto, aunque podría decirse que a veces algunas afirmaciones de los científicos sólo son exageraciones bien intencionadas, como en el caso del libro de Lawrence Krauss tan impugnado por David Albert, si algo en la filosofía es respetable –y debe ser respetado– es su papel como crítica de cualquier afirmación extraordinaria, parafraseando a Carl Sagan (y a Marcello Truzzi). No obstante, científicos como Krauss, Tyson y otros aquí mencionados, pese a su extrema inteligencia, a veces no se percatan de que están haciendo afirmaciones metafísicas fuertes, o de que deberían moderar su lenguaje para no encender los ánimos de aquellos cuya profesión consiste primordialmente en cuestionar toda afirmación que encuentran al paso, una función que, en última instancia, resulta sana y provechosa para la ciencia, para la filosofía, y para todas las actividades humanas.
Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)
Fuente:
Victor J. Stenger, James A. Lindsay, Peter Boghossian (2015). Physicists Are Philosophers, Too Scientific American
Información adicional:
Why Talk to Philosophers? Part I.
Neil deGrasse Tyson and the Value of Philosophy
Stephen Hawking tells Google ‘philosophy is dead’
Créditos imágenes:
1. Question mark, Marco Bellucci
Exhibition of Jean-Michel Folon. Forte Belvedere, Firenze.
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2. Austin – Zilker Metropolitan Park: Philosopher’s Rock, Wally Gobetz
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3. LEGO® philosophers, kosmolaut
Por cortesía de Flickr con licencia de Creative Commons