Hace un año, en enero de 2016, el llamado “Grupo de Trabajo del Antropoceno” (Anthropocene Working Group), coordinado por Jan Zalasiwicz de la Universidad de Leicester, publicó un estudio que fortalece la idea de que los humanos hemos alterado tanto el planeta que es muy probable que las consecuencias puedan detectarse en los registros geológicos actuales y futuros. Tras revisar huellas climáticas, biológicas y geoquímicas de la actividad humana en sedimentos y núcleos de hielo, el equipo encontró que los depósitos de nuevos materiales (como plásticos), rastros de actividad nuclear y modificaciones humanas de los procesos sedimentarios, incluso en el océano profundo, favorecen la propuesta de establecer formalmente el paso a una nueva época geológica: el “Antropoceno”.

El grupo de trabajo, que depende de la Subcomisión de Estratigrafía Cuaternaria de la Comisión Internacional de Estratigrafía –el órgano responsable de revisar y, en su caso, aprobar la iniciativa para establecer oficialmente el cambio de época–, presentó los resultados de sus estudios en agosto de ese año, durante el Congreso Internacional de Geología. Sin embargo, hasta ahora la nueva época geológica no ha recibido el reconocimiento formal. De hecho, ni siquiera todos los integrantes del grupo de trabajo coinciden con la misma fecha de inicio.

El Holoceno, hasta hoy considerada la actual época geológica oficial, comenzó hace unos 11,700 años, y se caracteriza por un incremento en la temperatura y el aumento del nivel del mar, después de una corta fase de enfriamiento conocida como Dryas Reciente.

No obstante, en el año 2000, el Premio Nobel Paul Crutzen, especialista en química atmosférica, sugirió reconocer que transitamos por una nueva época, bautizada “Antropoceno” porque implica el inmenso impacto humano que ha sufrido el planeta. Pero, para confirmar el paso al Antropoceno es necesario encontrar las evidencias de huellas inconfundibles; una referencia física en el registro geológico que se repita prácticamente en todo el globo e indique un cambio planetario: el inicio de la nueva época.

Las fechas propuestas para el comienzo de este cambio varían de hace unos 11 mil años –cuando llegó la agricultura– al siglo XX, pasando por la Revolución Industrial iniciada en el siglo XVIII. El estudio del grupo de trabajo argumenta que después de la Segunda Guerra Mundial se produjo un consumo de recursos cada vez mayor, así como la transformación prácticamente de todos los ecosistemas, lo que a su vez ha afectado las capas de sedimentos formadas en tiempos recientes, y las que están en proceso de formación.

Por ello, pronostica que en un futuro cercano será posible identificar, en las capas estratigráficas, la presencia de materiales como aluminio, concreto, plásticos, carbón, así como la huella del plutonio 239, rastro inconfundible de las pruebas termonucleares iniciadas en 1952.

De manera independiente, pero paralela a esta cuestión, en las semanas recientes se han publicado varios estudios que también evidencian la “fuerza de cambio”, no sólo geológico y climático, sino también biológico, en que se ha convertido la humanidad. Ejemplo de esto último son las investigaciones publicadas en la edición de diciembre pasado de la revista científica Philosophical Transactions of the Royal Society B, que han advertido una evolución en tiempo real de varias especies, en muchos casos asociada con la influencia humana

En algunas circunstancias, esta forma de evolucionar rápidamente se relaciona con la pesca comercial, que ha provocado que algunas especies de peces puedan reproducirse con anticipación, produciendo menos y más pequeñas crías; otras situaciones tienen que ver con el desplazamiento de especies fuera de su hábitat, que ha causado la proliferación de especies invasoras, en perjuicio de las nativas.

Es igualmente notorio el factor de la urbanización, que ha modificado drásticamente el ambiente, generando distintas formas de evolución; por ejemplo, plantas que reducen la dispersión de sus semillas para compensar la limitación de su terreno debido al pavimento, o la resistencia de algunos animales a los productos químicos, y de las bacterias a los antibióticos.

En uno de los estudios revisados, publicado anteriormente en Proceedings of the National Academy of Sciences, un equipo dirigido por Marina Alberti, de la Universidad de Washington, examinó mil 600 casos de cambio fenotípico, o la alteración de rasgos físicos observables, en muchas regiones del planeta, y encontró, entre otras consecuencias de la urbanización en las especies, una anticipación de las temporadas reproductivas en 65 especies de aves migratorias de Europa Occidental, provocada específicamente por el calentamiento global.

Porque, desde luego, no podemos olvidar el calentamiento global antropogénico, que convirtió 2016 en el año más caluroso registrado, y el tercer año consecutivo en obtener ese deshonroso puesto, de acuerdo con la NASA y con la oficina de Administración Nacional del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA).

Mientras que la primera calculó un aumento de temperatura de 0.99º Celsius, la segunda estimó que éste fue de 0.94ºC. Un tercer grupo, la organización independiente Climate Central, reanalizó los datos de ambas organizaciones y los comparó con la temperatura promedio que prevaleció entre los años 1881 y 1910, de donde concluyó que la temperatura de 2016 fue 1.2ºC superior a la de aquella época preindustrial.

Comparación gráfica del calentamiento del planeta entre el periodo de 1907-1911 y el periodo de 2012-2016. Crédito: NASA/Scientific Visualization Studio.

Fracciones más o menos, lo que depende principalmente de los métodos para procesar los datos y de los periodos particulares que la NASA y la NOAA utilizaron para sus comparaciones, la realidad es que la tendencia observada desde la década de 1970 no ha cedido, y que es muy claro que la temperatura del planeta es ahora cuando menos un grado Celsius más calurosa, en comparación con la época preindustrial.

Esto nos acerca peligrosamente al límite deseado para el aumento de la temperatura, 1.5ºC, convenido en el acuerdo climático de París, ratificado recientemente por unas 120 naciones.

Aunque ciudades de India e Irán llegaron a superar los 50ºC en algún momento de la primavera y el verano de 2016, este incremento real de la temperatura planetaria fue más pronunciado para el Ártico, donde la proporción de calentamiento representó entre dos y tres veces el promedio global, de acuerdo con declaraciones de Gavin Schmidt, director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA.

Dos claves de la intervención humana en este calentamiento fueron, por una parte, la combinación de este calor récord en la atmósfera inferior y un frío récord en la estratosfera, de acuerdo con declaraciones de Jonathan Overpeck, de la Universidad de Arizona al Washington Post, una prueba de que los gases de efecto invernadero no dejan escapar el calor de la parte baja de la atmósfera hacia la estratosfera. Esto se suma al hecho de que, también en 2016, las concentraciones de dióxido de carbono superaron definitiva y permanentemente el hito de las 400 partes por millón, en comparación con el nivel de 280 partes por millón que presentaban durante la época preindustrial.

El pronunciado calor en el Ártico provoca el derretimiento del permafrost (la capa de hielo “perenne”), lo que a su vez produce cambios importantes en la hidrología y en los bosques boreales, con probables consecuencias negativas para el ciclo del carbono y el hábitat, tanto de los peces como del resto de la vida silvestre. De manera similar, en el extremo sur la NASA detectó recientemente una enorme fractura en la barrera de hielo conocida como Larsen C, que flota en la Península Antártica, y que al desprenderse creará un iceberg de unos cuatro mil 500 kilómetros cuadrados (¡tres veces la Ciudad de México!)

Además del cambio climático de origen humano, la serie de intervenciones directas e indirectas de la humanidad está provocando también lo que se anuncia ya como “la sexta extinción masiva” de la historia del planeta, con la posible pérdida de hasta tres cuartas partes de la biodiversidad.

Una investigación de la Universidad de Arizona, coordinada por John Wiens, y publicada en la revista PLOS Biology en el último mes de 2016, observó extinciones locales de más de 450 especies de plantas y animales, todas ocurridas en las zonas correspondientes a los rangos más calurosos de temperatura estudiados por el equipo. Aunque las extinciones locales variaban por región, fueron dos veces más comunes entre especies tropicales que entre aquellas que suelen habitar zonas con temperaturas más templadas… El problema es que la mayoría de las especies actuales viven en los trópicos.

La injerencia humana, desfavorable para los ecosistemas, amenaza incluso a especies que siempre dimos por descontado. Entre ellas, cinco de las nueve subespecies de jirafa, cuya población en los últimos 30 años se ha reducido 40% en todo el planeta. Según registros de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), de unos 160 mil ejemplares detectados en 1985, para 2015 sólo quedaban 97,562. La jirafa, uno de los animales emblemáticos de África, enfrenta la pérdida del hábitat, la cacería ilegal y los conflictos militares, factores directamente atribuibles a los humanos.

Un futuro similar –y, si cabe, más alarmante– espera a otros miembros de nuestra propia familia, la de los primates.

Un estudio multinacional, dirigido por Alejandro Estrada, del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IB-UNAM), revisó las poblaciones de distintos simios, monos y lémures del mundo, y advirtió que 60% de todos los primates del planeta está amenazado por la extinción. Entre los casos individuales y más graves, 94% de las 111 especies y subespecies de primates de Madagascar (incluyendo el famoso lémur de cola anillada), está en peligro de desaparecer. Riesgo similar corren el mono Colobo Rojo de Udzungwa y el gorila oriental de planicie (Gorilla beringei graueri) naturales de África, cuyas poblaciones suman apenas unos cuantos miles de individuos.

Para evaluar el papel de las amenazas de origen humano contra la supervivencia de los primates, los investigadores combinaron datos de la Lista Roja Internacional de la IUCN con información de una base de datos de Naciones Unidas. Esto les permitió establecer tendencias para los siguientes 50 años, lo que los llevó a pronosticar la extinción de muchas especies primates.

De acuerdo con los datos de la IUCN, las principales amenazas son la agricultura, la tala de árboles, la ganadería, así como la muerte directa a manos de cazadores y tramperos. Pero también influye la pérdida de su hábitat, debido a la construcción de caminos y vías férreas, a la minería y a la extracción de petróleo y gas, así como por la contaminación y el cambio climático.

Aunque el hábitat natural de los primates se encuentra principalmente en regiones con altos niveles de pobreza y carencias educativas, Eckhard W. Heymann, científico del Centro Alemán de Primates y uno de los coautores del estudio, atribuyó parte de la responsabilidad al estilo de vida y a la economía de los países industrializados, señalando que “muchos de los recursos y productos, como minerales, carne de res, aceite de palma y de soya, que destruyen el hábitat de los primates son, en última instancia, consumidos en los países industrializados”.

El equipo de expertos recomendó realizar acciones inmediatas para mejorar la salud y acceso a la educación de las poblaciones locales, pero también exhortó a toda la población mundial, desde funcionarios de los gobiernos y empresarios hasta organizaciones no gubernamentales y ciudadanos en general, para que tomen conciencia de la inminencia de estas extinciones masivas –algunas de las cuales podrían producirse en el curso de nuestra vida– y de sus consecuencias para la humanidad.

Todas las catástrofes referidas se vienen produciendo cotidianamente desde hace décadas y posiblemente cientos de años, y podrían representar, si bien no la huella buscada, sí una señal clara de que realmente vivimos en el Antropoceno…

Pero mientras esto sucede, en Estados Unidos, Trump –ya como cabeza de una administración que todavía juega a negar la mano humana en el actual cambio climático y, desde luego, en la devastación de especies y ecosistemas– firma órdenes ejecutivas que buscan revivir los controvertidos proyectos para la construcción de los oleoductos Dakota Access y Keystone XL.

De reanudarse esos proyectos, además del daño que causarán al ecosistema, el primero pondrá en peligro las reservas de agua de grupos de nativos americanos como la tribu Sioux de Standing Rock, y el segundo se sumará al calentamiento global antropogénico, pues su propósito será transportar petróleo crudo extraído de arenas bituminosas, que produce cuando menos 17% más emisiones de carbono que el crudo convencional

¿Será que, incluso antes de oficializarse, el Antropoceno rápidamente puede degenerar en el Antrumpoceno, consumando finalmente la destrucción humana?

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

Fuente:
Estrada A, Garber PA, Rylands AB, Roos C, Fernandez-Duque E, Di Fiore A, Nekaris KA, Nijman V, Heymann EW, Lambert JE, Rovero F, Barelli C, Setchell JM, Gillespie TR, Mittermeier RA, Arregoitia LV, de Guinea M, Gouveia S, Dobrovolski R, Shanee S, Shanee N, Boyle SA, Fuentes A, MacKinnon KC, Amato KR, Meyer AL, Wich S, Sussman RW, Pan R, Kone I, & Li B (2017). Impending extinction crisis of the world’s primates: Why primates matter. Science advances, 3 (1) PMID: 28116351

Información adicional:
Scientists say humans have now brought on an entirely new geologic epoch

The Anthropocene is functionally and stratigraphically distinct from the Holocene

Scientists react to Earth’s warmest year: ‘We are heading into a new unknown’

008 – Jiráfidos: invertir la disminución de la megafauna emblemática de África

More Than Half of All Primates Threatened with Extinction

Crédito fotografía protesta: John Duffy / flickr / cc

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