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Desde el siglo pasado, el concepto de “intuición” comenzó a alejarse de las interpretaciones filosóficas de siglos anteriores, que la consideraban ya bien una aprehensión inmediata y directa de verdades universales, una inspiración creativa, o la kantiana representación mental de las coordenadas espaciotemporales. En la concepción más moderna, se considera que las intuiciones son cogniciones rápidas y automáticas, habitualmente subconscientes, que pueden explicarse en términos de la “generalización” conocida como heurística (una especie de atajo para aprender, descubrir y resolver problemas que, aunque falible, puede ser adecuado en determinadas situaciones de incertidumbre).

En gran medida, la construcción de esta concepción se debe al influyente psicólogo y Premio Nobel Daniel Kahneman, de la Universidad de Princeton, quien, en su exitoso libro “Pensar rápido, pensar despacio” (2011), propagó la tesis de que existen dos sistemas (o modelos) de pensamiento, ambos caracterizados en términos evolutivos. Mientras que el Sistema 2, analítico y racional, poco frecuente y con base en reglas, tuvo un desarrollo evolutivo más reciente, el Sistema 1, evolutivamente más básico, se considera vital para la capacidad de supervivencia y adaptación, y se caracteriza por una respuesta automática, prácticamente inmediata y estereotipada. Es este sistema con el que se asocia la intuición.

Sin embargo, el juicio intuitivo también se relaciona con el razonamiento inductivo. En este contexto, se le ha caracterizado como una serie de “inferencias flexibles, basadas en información estadística”, que pueden ir tanto de lo general a lo particular como en sentido inverso. En todo caso, existe la opinión de que este tipo de razonamiento intuitivo-estadístico se desarrolla con la contribución de la experiencia, la capacitación o instrucción formal, y en virtud de una progresión en el dominio del lenguaje y del conocimiento.

No obstante, algunas investigaciones recientes han sugerido la posibilidad de que incluso esta intuición estadística, en su forma más básica, sea también una característica evolutiva que, además, podría no ser exclusiva de los humanos.

Por ejemplo, en 2007, el equipo de Vittorio Girotto, especialista en cognición de la Universidad IUAV de Venecia, Italia, trabajó con bebés y niños para descubrir que los más pequeños tienen cierta intuición de probabilidad, si bien limitada. En uno de los experimentos, permitieron que lactantes de 12 meses vieran cómo uno de los investigadores colocaba, en un recipiente, tres pelotas amarillas y una azul. A continuación, extraía una sola pelota, y los bebés manifestaban sorpresa si ésta era azul (y no amarilla). Empero, cuando se modificó este experimento para pequeños de tres y cuatro años, a quienes se podía preguntar anticipadamente de qué color creían que sería la pelota que saliera del recipiente, la mayoría de las respuestas fue al azar. Y, aunque niños de mayor edad pasaron esta prueba, no consiguieron resolver sin problema pruebas más complicadas de razonamiento probabilístico.

Por supuesto, Kahneman no está muy de acuerdo con que la intuición sea probabilística. Desde la década de 1970, cuando trabajó con el también psicólogo, Amos Tversky, hoy desaparecido, en la psicología del juicio y la toma de decisiones, Kahneman comenzó a estudiar las bases cognitivas para los errores humanos, en su opinión muy comunes. Ambos científicos concluyeron que, generalmente, los humanos no juzgan ni deciden de una manera que vaya de acuerdo con las exigencias de la lógica formal, la teoría de la probabilidad y la estadística, sino que más bien utilizan cierta «heurística», que aunque en buen grado permite elaborar juicios y decisiones válidos, también puede conducir a errores que ellos llaman «falacias», «desviaciones», o «ilusiones cognitivas».

Por ejemplo, en un estudio realizado en 1972, estos investigadores encontraron que incluso los adultos con educación formal se equivocaban al calcular que una secuencia determinada de volados (similar a las chapas) [cara-cara-cara-cruz-cruz-cruz] tenía tantas probabilidades de aparecer como otra de cara-cruz-cara-cruz-cruz-cara, cuando ambas tenían la misma probabilidad de ocurrir. Esta “ilusión cognitiva” se debe, según Kahneman y Tversky, precisamente a la función de la heurística que, aunque benéfica, es más bien rígida, y puede no reflejar con exactitud las verdaderas probabilidades de un hecho en la vida real.

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De igual modo, el filósofo Thomas Sturm, de la Universidad Autónoma de Barcelona, refiere que, en opinión de Kahneman y Tversky, «las personas tienen intuiciones erróneas sobre las leyes de probabilidad», y no obstante, agrega el filósofo, “nunca han explicado realmente su concepto de intuición», más allá de “tres sentidos diferentes de intuitivo”; de manera sucinta: un juicio al que se llega mediante un modo de razonamiento informal, no estructurado; una regla formal, o un hecho natural, compatibles con nuestro modelo del mundo y una regla o procedimiento aplicado en nuestra conducta normal.

Aun así, Sturm introduce una duda pertinente con respecto de la inclusión que hace Kahneman de la heurística, en lugar del uso de reglas formales en el Sistema 1, aduciendo tanto la investigación de Girotto, arriba mencionada, como otros estudios que también proponen que “los lactantes humanos, e incluso los grandes simios, son estadísticos intuitivos”.

Uno de dichos estudios, con la participación de Hannes Rakoczy, de la Universidad de Göttingen, Alemania, y Josep Call, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, y publicado en 2013, observó una primitiva intuición de probabilidad, al constatar que los chimpancés, gorilas y otros grandes simios tomaban decisiones a partir de ponderar las probabilidades de recibir su golosina favorita, como una banana, en lugar de un alimento menos favorecido, como la zanahoria. Durante una serie de siete experimentos, se encontró, además, que estos simios son capaces de extraer inferencias estadísticas flexibles, de lo general a lo particular.

En su artículo, Rakoczy et al subrayan que dichas inferencias se basaron en información verdaderamente estadística, a partir de una distribución de frecuencia relativa en una población, y no en frecuencias absolutas. Esto sugiere que los primates estudiados podrían ser capaces de efectuar inferencias estadísticas para hacer una generalización.

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Otra investigación que podría brindar sustento a la posibilidad de que algunos juicios intuitivos inmediatos se basen en ciertas reglas probabilísticas innatas, es un estudio realizado recientemente en adultos de un pueblo maya de Guatemala, quienes a pesar de no haber recibido instrucción formal en matemáticas, ni haber aprendido a leer, demostraron tener el mismo éxito que adultos italianos, y niños mayas con educación formal, para predecir la probabilidad de eventos azarosos.

La investigación, a cargo de Laura Fontanari, también de la Universidad IUAV de Venecia, se llevó a cabo con adultos de las etnias mayas K’iche y Kaqchikel, quienes no han recibido ninguna educación formal en lenguaje o matemáticas. Las pruebas consistían en pronosticar el color de una pieza de madera que se extraía aleatoriamente de un recipiente. Por ejemplo, si el recipiente contenía tres piezas azules y una amarilla, la mayoría de los participantes suponía que la pieza extraída al azar tendría que ser azul.

Pero, además, los adultos mayas también eran capaces de actualizar sus predicciones cuando recibían información nueva, lo que indica un pensamiento flexible. En uno de los experimentos, una olla contenía cuatro piezas cuadradas de madera, todas rojas, y cuatro circulares, de las cuales una era roja y las otras tres verdes. Los participantes calculaban como más probable la aparición de una pieza roja, sin importar su forma. Y, cuando se les informó que se había retirado la pieza circular de la olla, estos voluntarios actualizaron su decisión, para pronosticar la aparición de una pieza verde.

Es posible, como señaló Girotto en la revista Nature, que los resultados de estos experimentos tengan relación con la forma como se presentan las tareas. Esto es, las pruebas de Kahneman y Tversky solían implicar una comprensión formal de porcentajes y, por el contrario, las que aquí se reseñan dependen más de la percepción visual. Con todo, Sturm indica otra posibilidad, la de que “algunos juicios intuitivos estén realmente guiados por ciertas reglas lógicas (la ley de ‘no contradicción’, el modus ponens, etc.), y no simplemente vayan en conformidad con ellas”.

Verónica Guerrero Mothelet (paradigmaXXI@yahoo.com)

Fuente:
Fontanari L, Gonzalez M, Vallortigara G, & Girotto V (2014). Probabilistic cognition in two indigenous Mayan groups. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America PMID: 25368160

Información adicional:
Rational Intuition: Philosophical Roots, Scientific Investigations, Lisa M. Osbeck, Barbara S. Held (coordinadoras). Cambridge University Press, Aug 25, 2014.

Pust, Joel, «Intuition», The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2014 Edition), Edward N. Zalta (ed.) (en inglés)

Pensar rápido, pensar despacio (en Wikipedia)

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