Por Roberto Emiliano Trejo Salazar

Seguramente todos hemos visto alguna vez a las lagartijas en la Reserva del Pedregal de San Ángel (REPSA) en Ciudad Universitaria, pero una especie que ha llamado mi atención es la lagartija de collar (Sceloporus torquatus). Es muy común verlas tomando el sol sobre alguna roca, incluso correteando a otras lagartijas, al defender su territorio. También se le conoce como lagartija espinosa aludiendo a las escamas que crecen sobre su espalda. Este simpático reptil vive entre rocas, arbustos o el suelo. Cuando son adultos pueden llegar a medir entre 15 y 20 cm de longitud. Su característica más llamativa es el collar negro y amarillo en su cuello. En los machos estas escamas pueden tornarse de color azul metálico. La lagartija de collar no sólo habita en el Distrito Federal, también vive en lugares en los estados de Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Estado México, Morelos y Puebla. Aunque también es abundante en zonas moderadamente perturbadas, es decir, tolera zonas que han sufrido alteración. Se encuentra desde los 2,240 hasta los 2,580 metros sobre el nivel del mar.

Esta lagartija es muy territorial por lo que, si está entre las rocas, cerca de una grieta, cuida ese espacio. Se encuentran más activas durante las horas más calientes en el día ya que al igual que otros reptiles regulan la temperatura de su cuerpo usando el calor ambiental o directamente del sol. Se alimenta principalmente de insectos como escarabajos, hormigas, moscas, mariposas y chinches, pero también puede comer otras lagartijas más pequeñas y algunas plantas.

Además de sus características visuales, esta lagartija me ha impresionado por la forma en que se reproduce. A diferencia de la mayoría de los reptiles, la lagartija de collar es vivípara; es decir, no pone huevos sino que las crías se desarrollan dentro de la madre, y una vez que han terminado de crecer, ésta da a luz. Las hembras pueden tener de 3 a 7 crías. Ahora, lo que verdaderamente es curioso de esta especie es que después de la fecundación las hembras pueden almacenar los espermatozoides hasta 167 días. Los mantienen en un sistema de túbulos especiales llamados infundíbulos. Esto ocurre porque las hembras no están listas para la reproducción en la misma época que los machos, es decir, no concuerda el momento de la cópula con el momento de la fecundación de los óvulos. La cópula ocurre en octubre, pero las hembras ovulan en noviembre y diciembre. Las crías nacen a finales de abril, justo antes del comienzo de la temporada de lluvias en el verano, que es cuando aumentará el número de insectos que comer y habrá más vegetación en donde esconderse. Las crías que nacen en esta temporada tienen más probabilidad de sobrevivir. Que los nacimientos sean en esta temporada no sólo beneficia a las crías ya que, después del parto, las hembras han gastado mucha energía por lo que el verano es el mejor momento para recuperar peso y hacer reservas de calorías. Además, las prepara para el siguiente ciclo reproductivo que inicia en otoño. Este fenómeno de conservar los espermatozoides no es exclusivo de esta especie; también se ha estudiado en otras especies de reptiles como serpientes, caimanes, tortugas y camaleones. Esta adaptación fisiológica ha permitido a la lagartija de collar que su ciclo reproductivo esté ajustado al ambiente que la rodea, ayudando a que sus crías tengan mayores probabilidades de sobrevivir.

Lagartija de collar (Sceloporus torquatus) tomando el sol en el jardín del Instituto de Ecología. (Foto por Roberto Trejo)

Lagartija de collar (Sceloporus torquatus) tomando el sol en el jardín del Instituto de Ecología. (Foto por Roberto Trejo)