Texto por Ana C. Ibarra-Macías

La migración animal, o el movimiento de poblaciones entre sus áreas de distribución de verano e invierno, es un fenómeno que ha cautivado la atención de biólogos y no biólogos. El por qué los animales migran, cómo saben a dónde ir y cómo se orientan para llegar a su destino, son las preguntas obvias que se busca responder, aunque puede haber otras. Mucho de lo que actualmente sabemos sobre migraciones de vertebrados proviene de más de un siglo de estudios realizados con aves. En este grupo, las migraciones son comunes y aproximadamente el 30% de especies de aves del Paleártico, es decir, del extremo norte de Europa, Asia y África; y el 45% de las especies del Neártico, o sea del extremo norte del continente Americano, llevan a cabo migraciones estacionales de algunos cientos hasta decenas de miles de kilómetros.

            En los murciélagos, aunque la migración no es tan común como en las aves, es igual de importante y espectacular. Alrededor de 35 especies de murciélagos llevan a cabo migraciones estacionales de al menos 50 km, y de estas al menos 8 especies hacen migraciones de más de mil kilómetros sólo en el viaje de ida.

En general, los científicos han propuesto que los movimientos migratorios han evolucionado como un mecanismo que permite a las especies evitar condiciones climáticas adversas durante el invierno, aprovechar recursos como el alimento, cuando abunda en ciertas estaciones a latitudes mayores, o para evadir depredadores y evitar enfermedades.

Algunas especies de murciélagos de zonas templadas, logran evitar las inclemencias del invierno mediante mecanismos fisiológicos como el torpor o la hibernación que consisten en bajar el metabolismo a un nivel mínimo para ahorrar energía y poder así enfrentar largos períodos de escasez de alimento y bajas temperaturas. Algunas de estas especies realizan cortas migraciones regionales entre refugios de verano y los que usan para hibernar. Entre las especies tropicales, al parecer la mayor motivación para migrar es explotar la abundancia de recursos alimenticios disponibles en otros lugares durante las diferentes estaciones. Por ejemplo pueden migrar hacia el norte, a mayores latitudes durante la época reproductiva, que es una temporada muy demandante energéticamente.

Un ejemplo de especies que utilizan esta estrategia son Leptonycteris nivalis y Leptonycteris yerbabuenae, el murciélago magueyero mayor y menor respectivamente. Estas son las dos especies de murciélagos nectarívoros más grandes de México. Además, son dos de las tres especies de murciélagos mexicanas que realizan migraciones más grandes, no sólo por el número de individuos que migran, sino también por las distancias que recorren.

Leptonycteris yerbabuenae capturado en Big Bend National Park, Texas.

Leptonycteris yerbabuenae capturado en la cueva Las Vegas, Puebla.

Leptonycteris nivalis realiza una migración de más de mil kilómetros desde el centro de México, en donde se aparean en invierno, hasta el norte de México y sur de Estados Unidos, donde las hembras dan a luz. Las crías crecen allí hasta ser independientes a fines de verano o principios de otoño, y entonces se repite el ciclo. Por su parte, L. yerbabuenae habita en el centro de México durante la mayor parte del año, pero las hembras preñadas, o por lo menos unas subpoblaciones, viajan más de mil kilómetros hasta el desierto sonorense, a la región de la Reserva de la Biósfera El Pinacate y al sur de Arizona y Nuevo México. Allí dan a luz en colonias de maternidad que llegan a tener hasta 300 mil hembras.

Mucho de lo que sabemos de las migraciones de estas especies es por métodos de estudio indirectos. Es decir, cuando visitamos los refugios en donde viven los murciélagos hemos notado que sus colonias aumentan, disminuyen o incluso desaparecen de manera cíclica, indicando un movimiento estacional. Por ejemplo, en la Cueva del Diablo de Tepoztlán, Morelos, L. nivalis desaparece por completo después de febrero para aparecer de nuevo a finales de septiembre o principios de octubre. La Cueva del Pinacate, en el desierto sonorense, llega a albergar cientos de miles de hembras y sus crías en los meses de mayo y junio, las cuales desaparecen para finales de julio y agosto. Otro método indirecto es estudiar la composición de isótopos en tejidos como pelo o piel de los animales migratorios. Los isótopos son variantes en los átomos de ciertos elementos químicos como el hidrógeno, carbono o nitrógeno. El hidrógeno por ejemplo tiene tres isótopos naturales que difieren en el número de protones en el átomo. El agua de lluvia de diferentes regiones geográficas tiene diferente proporciones de isótopos de hidrógeno. Estas diferencias regionales en la composición de isótopos se refleja en los tejidos de los animales que ingieren esta agua. Así, si se analiza la composición de los isótopos de los tejidos de un animal, se puede comparar con las proporciones de isótopos del agua de diferentes regiones, dando una idea de en qué región se formó el tejido del animal bajo estudio.

Si bien estos métodos indirectos nos permiten estimar o deducir a dónde viajan los animales, la única manera de conocer una ruta migratoria es seguir a los individuos migrantes. De esta manera, podemos saber con certeza el origen y destino de las poblaciones migratorias, las rutas que toman para llegar a su destino y cuánto tiempo se tardan en recorrer su ruta migratoria.

Colocando y probando el detector de PIT en la entrada de la cueva de Leptonycteris nivalis en Big Bend National Park, Texas.

Erin Adams, de Angelo State University, colocando y probando el detector de PIT en la entrada de la cueva de Leptonycteris nivalis en Big Bend National Park, Texas.

Nuestro laboratorio colabora actualmente en dos proyectos cuyo objetivo es conocer el origen y destino de poblaciones migratorias de las dos especies de Leptonycteris en México mediante el uso de transpondedores pasivos integrados (PIT por sus siglas en inglés). Estos PIT son similares a los chips identificadores que se les implantan a las mascotas y que funcionan prácticamente como un código de barras que se decifra mediante un lector, y que permite identificar a cada individuo. En el caso de los murciélagos, se capturan los individuos, se les coloca un PIT debajo de la piel y se dejan ir.Posteriormente, colocamos lectores de PIT en las cuevas que sabemos usan en el otro extremo de su ruta migratoria para tratar de identificar si los individuos marcados en un lugar migran hacia algunas de las cuevas que sabemos son usadas como refugio por la especie. De esta forma podremos establecer con certeza, el origen y destino de las colonias migratorias.

Hasta el momento, hemos colaborado con Erin Adams de Angelo State University, marcando con PIT poco más de cien individuos de L. nivalis de la Cueva del Diablo en invierno. De abril a julio de este año estuvimos rastreando individuos de L. nivalis en una cueva en Big Bend National Park, en Texas, donde sospechamos que llegan al final de su larga jornada. Esto implicaría que los animales se mueven al menos 1, 250 km desde Morelos a Texas. Por otro lado, estamos trabajando con la Dra. Winifred Frick de UC-Santa Cruz con poblaciones de L. yerbabuenae en la península de Baja California, tratando de determinar los movimientos de estas colonias entre la península y el continente. A finales de septiembre y principios de octubre, tiempo en que los murciélagos comienzan su viaje de regreso al sur, retiraremos los lectores de PIT colocados en las cueva de Big Bend National Park en Texas y extraeremos los datos almacenados durante el tiempo del estudio. Esto nos permitirá saber si, en efecto, los L. nivalis de la Cueva del Diablo tienen doble nacionalidad.

Big Bend National Park, Texas.

Big Bend National Park, Texas.