Por Aseneth Ureña Ramón.

Existen dos hechos sobre la diversidad biológica que nos enseñan en la carrera de Biología: 1) actualmente solo se conocen alrededor de 1.2 millones de especies descritas de entre 3 a 100 millones que se estima pueden existir, y 2) los insectos son el grupo con el mayor número de especies conocidas y por conocer.

En estos tiempos en los que la pérdida de la biodiversidad es uno de los temas más importantes en conservación, el descubrimiento de nuevas especies se vuelve una bocanada de aire fresco. Pero ¿qué pasa cuando lo que estás buscando no es una nueva especie, pero sin querer encuentras lo que podría ser una?  ¿Qué pasa cuando una posible nueva especie pone patas arriba todo tu trabajo de campo y por lo tanto tu tesis? Bueno, esa es mi historia.

Chinche del género Prolobodes encontrada en la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, Chiapas. (Foto por Aseneth Ureña Ramón)

Chinche subterránea o excavadora del género Prolobodes encontrada en la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, Chiapas. (Foto por Aseneth Ureña Ramón)

Originalmente el objetivo principal de mi tesis de maestría era determinar el efecto de la defaunación (la pérdida de animales de bosques aparentemente sanos; véase A la conquista de tierras lejanas) sobre la dispersión del Jobo  (Spondias mombin), una especie con una semilla grande (de más de  1.5 cm) común de los bosques tropicales, y de gran importancia como alimento para los herbívoros y frugívoros terrestres.  Todo mi trabajo de campo estaba planeado para alcanzar este objetivo, pero nada salió como se había previsto. Al final, tanto mis  objetivos como las hipótesis cambiaron radicalmente, pues parte de la información que generé con este trabajo, ni siquiera estaba contemplada.

Trabajé en un bosque tropical perennifolio de México, específicamente la región conocida como la selva Lacandona. En el sitio construí exclusores de fauna con malla gallinera, a los que les hice entradas para animales de diferentes tamaños. Dentro de los exclusores coloqué un determinado número de frutos de S. mombin. Teóricamente esto funcionaría como un tamiz que me permitiría conocer el tamaño de los animales que se llevaban los frutos, que por ende, serían los posibles dispersores de sus semillas. También coloqué trampa cámaras para obtener imágenes de estos posibles dispersores.  Todo estaba listo y funcionando.

Durante la primera semana de trabajo, al revisar el número de frutos dentro de los exclusores, fue evidente que faltaban algunos. “¡Qué emocionante!” pensé. Sin embargo, al revisar las trampas cámaras no encontré evidencia de actividad animal, así que no sabía qué se las había llevado. Eso fue un misterio que resolví durante la segunda semana de trabajo, cuando después de una lluvia torrencial, de esas propias de la selva Lacandona, los frutos fueron cubiertos de hojas arrastradas por el agua. Tuve que habilitar nuevamente el lugar para trabajar, así que comencé a remover las hojas, quitando también una delgada capa de tierra, apenas de 5 a 10 mm de espesor,  y cuál no va siendo mi sorpresa cuando aparecieron ante mis ojos todos aquellos frutos que, hasta ese momento, asumí habían sido removidos por animales.  Revisé el resto de los exclusores, y en todos había ocurrido lo mismo: los frutos no se habían movido de lugar, al menos no horizontalmente, pero si en sentido vertical: habían sido enterrados por un insecto. Una chinche para ser exactos.  Este animalito se había entrometido en todos mis experimentos sin que me diera cuenta, pues entre la bibliografía que había revisado, no existía mención alguna de él o de las posibles interacciones que podría haber entre este y los frutos de S. mombin. Así que tomé algunos ejemplares de las chinches y los metí en frascos con alcohol.

Chinche del género Prolobodes colectada en la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, Chiapas. (Foto por Aseneth Ureña Ramón)

Chinche del género Prolobodes colectada en la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, Chiapas. (Foto por Aseneth Ureña Ramón)

Cuando regresé al Instituto de Ecología, quería y necesitaba saber la identidad de pequeño bicho que llevaba conmigo, así que le escribí a la curadora de la colección de insectos del Instituto de Biología de la UNAM (IBUNAM), la M. en C. María Cristina Mayorga Martínez. En ese correo exponía las condiciones en las que había encontrado al insecto, y anexaba algunas fotos que tomé en el campo. Unos días después recibí por respuesta, una invitación a reunirme con ella. Y así lo hice. Le llevé los ejemplares y todas las imágenes que tenía. Le conté a la Maestra Cristina lo que había observado en el campo, y solicité su ayuda para identificar al insecto. Me pidió que le dejara los ejemplares y me indicó que ella se pondría en contacto conmigo apenas los hubiera identificado.

Algunos días después, me hizo saber que los insectos que le había llevado eran parte de la familia Cydnidae, también conocidos como “chinches subterráneas o excavadoras”, del género Prolobodes. Además, me informó que estos, junto con algunos colectados en el estado de Veracruz, constituían el primer registro de este género para México, pero aún había más. Después de una revisión detallada, la Maestra pudo determinar que las chinches pertenecían a una nueva especie para la ciencia,  y que el proceso ecológico que le había descrito anteriormente, tampoco había sido reportado.

Nueva especie del género Prolobodes en proceso de ser descrita y nombrada. (Foto por Aseneth Ureña Ramón)

Nueva especie del género Prolobodes en proceso de ser descrita y nombrada. (Foto por Aseneth Ureña Ramón)

Al día de hoy, la Maestra Cristina Mayorga está describiendo y nombrando este insecto, para darlo a conocer como una nueva especie, y esperamos poder publicarlo pronto. En mi vida profesional nunca imaginé que me tocaría involucrarme en semejante proceso. Es más, los insectos jamás fueron mi campo de interés. Sin embargo imagino que cuando uno entra en un lugar como la selva Lacandona, todo se vuelve posible. Algunos investigadores afirman, y mi experiencia lo confirma,  que en los bosques tropicales existen muchas especies aún por descubrir ya que es uno de los ecosistemas más diversos del planeta, de ahí el valor y la importancia de su conservación.